José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


El marcho de Teo

10/07/2021


En la sociedad rural de mitad del siglo XX la tranquilidad solamente se alteraba ante algún acontecimiento negativo en la colectividad. La mecanización de la agricultura llevaba mucho retraso y el campo esperaba regadíos y tractores. Todavía mulos y caballos ayudaban en la mayoría de las faenas del arado, la sementera y el verano tradicional de siega, acarreo, trilla y bielda. Por lo que se cuidaba y atendía con mimo a los semovientes como parte importante de la hacienda. Tal era el caso de Teo, un agricultor que cultivaba trigo, algo de cebada, alternaba con lentejas y otras leguminosas en menor cuantía. Esperando un tractor, del par de mulas ya solo le quedaba un mulo alazán que para ciertas labores, como de arar la viña, resultaba muy útil y cuidaba con esmero. 
Una noche invernal y oscura, antes del amanecer, oyó ruidos en la cuadra, se levantó, encendió la luz y el macho no estaba en ella. Se vistió, salió al corral, pensando que no era posible que se hubiera salido el macho, ya que en la cuadra aun oscilaba la cadena, donde solía estar amarrado. En el corral una negrura fría le recibió con asombro y se asegura de que habían robado el macho. Avisó a los vecinos, provistos de faroles comprobaron las huellas del macho a la salida del corral, pero la oscuridad cegaba cualquier rastro. Al amanecer, verificaron que los cuatreros habían saltado la tapia y abierto desde dentro la puerta trasera del cuarto carro. Las huellas se perdían en el extrarradio. 
La Guardia Civil investigó en los alrededores y pueblos limítrofes, sin encontrar ninguna pista, ni vestigio del macho. El vecindario alertado, redobló vigilancia para protegerse de eventuales robos, reforzando cierres y vigilancia. Fue un acontecimiento el robo del macho de Teo, pero lo cierto es que había desaparecido como si una fuerza extraterrestre hubiera abducido al animal, sin dejar indicio alguno de los ladrones de ganado. Los mayores del lugar aludieron antiguos robos de ganado, pero lograron indicios, siguieron pistas y en alguna ocasión recuperaron un caballo o par de mulas, aunque hubieran cambiado de dueño y lejos del lugar del latrocinio.