Editorial

El reto de no incrementar la brecha de los más desfavorecidos

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Las heridas abiertas por la covid-19 aún son muy difíciles de calcular. Los organismos nacionales e internacionales son incapaces de radiografiar y confirmar con exactitud las previsiones otorgadas meses atrás ante las sucesivas olas de la pandemia. Todo se fía a la eficacia de la vacuna para recuperar parte de lo perdido; pero es de tal magnitud la brecha, que las ONG ya alertan de un empobrecimiento generalizado de buena parte de la clase media en nuestro país. Oxfam lo hizo ayer, al presentar un escenario muy preocupante en un país que se encuentra de nuevo semiparalizado por las restricciones adoptadas por las comunidades autónomas para intentar doblegar la tercera ola. 

La ONG pronostica que la crisis económica derivada del coronavirus sumará un millón más de personas pobres en España -790.000 pueden caer en la pobreza extrema-, hasta alcanzar los 10,9 millones de personas, un golpe que llevaría a niveles de pobreza inéditos en nuestro país. Como suele ocurrir en estas situaciones, la pandemia se ha vuelvo a cebar con las personas más vulnerables, que seguían padeciendo los efectos perniciosos de la anterior crisis económica.

Además de la preocupación porque el ‘virus de la desigualdad’ ahonde en las diferencias sociales, el problema se agiganta cuando se tiene en cuenta que casi la mitad de la población vive pendiente de los ingresos del Estado. Exactamente, el 44 por ciento de los españoles obtiene ingresos de diversa índole de las administraciones estatales y autonómicas. Los Expedientes de Empleo Regulación Temporal (ERTE) y el Ingreso Mínimo Vital han engordado una nómina pública que, a ojos de las ONG y de las formaciones sindicales, tampoco satisfacen la precariedad de las familias y los trabajadores en estos tiempos de pandemia.

Con una fuerte dependencia de sectores tractores de la economía afectados por las restricciones, el Gobierno tiene la difícil tarea de cuadrar un círculo que se ha viciado durante décadas: cómo responder al reto de minimizar la brecha a los sectores más damnificados (inmigrantes, jóvenes y mujeres) y al mismo tiempo emprender propuestas fiscales que recauden más, una reforma laboral en el que se acabe con los contratos temporales y se persiga a los falsos autónomos, la pillería, se mantenga el nivel de las pensiones, etc. 

Todo ello con una abultada deuda que no acaba de tener techo durante los últimos diez meses de crisis sanitaria. Los fondos de la Unión Europea ya empiezan a ser un problema de gestión. Es la hora de cambiar aptitudes y actitudes para no volver al furgón de cola del continente europeo.