Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


Entretenimiento

14/11/2022

Es necesario hacer una reflexión sobre la verdad en estos tiempos volcánicos, donde el fluir vital es abrasado por los ríos de lava de los políticos que ya ventean elecciones. En los dispositivos móviles con pantalla, la estructura del discurso parlamentario es la estructura del anuncio publicitario. En la televisión cada noticia no dura más de 20 segundos y se superponen sin continuidad, sin coherencia y sin justificación (por qué éstas y no otras). La imagen se justifica en sí misma. Es en el discurso escrito donde hay análisis, argumento y fundamentación.  En los medios televisivos la credibilidad de la noticia la proporciona el presentador: por eso se excluye, por ejemplo, a las mujeres que no sean bellas y menores de cincuenta años, y a hombres calvos y sobrepasados de peso. La forma en que se percibe la verdad de la noticia en televisión está garantizada no por la realidad sino por la credibilidad o verosimilitud del que la presenta. Esto es lo que sucede en el anuncio publicitario, su verdad no la garantiza el producto, sino lo verosímil o creíble que sean los personajes y el ambiente que lo anuncia. Si en los medios televisivos la realidad es sustituida por la credibilidad como prueba decisiva de verdad, entonces los políticos no necesitan preocuparse de la realidad siempre que sus actuaciones generen credibilidad. A una noticia sobre un asesinato le sigue la de una huelga, a una de violencia le sigue un triunfo deportivo… todo sucede sin hilo de continuidad, sin coherencia y con un grado de superficialidad notable, pues una noticia no puede crear reflexión porque obstruiría el paso de la siguiente noticia. La finalidad de la noticia no es que el espectador se haga cargo de la realidad de cada día, sino el entretenimiento. Nos hemos acostumbrado a que no cuestionen nuestra vida, sino a que nos entretengan. La naturaleza de estos medios es entretener y seducir; y nunca argumentar, contraargumentar para encontrar la verdad que es lo que nos convence, pero esto es propio del discurso escrito, de una tradición que comenzó en 1440 con la imprenta y está caducando. Como decía Marshal McLuham en su obra Comprender los medios de comunicación : «El medio es el mensaje».