Antonio Álamo

Antonio Álamo


Vecindario

24/11/2022

Hace una semana el nuevo gobierno británico, presidido ahora por Rishi Sunak, dio una gran sorpresa a los ciudadanos de su país al anunciar una subida general de los impuestos. Contra todo pronóstico y enmendando la plana a su antecesora, Liz Truss, aprobó una serie de medidas que en cierto modo suponen la mayor presión fiscal desde la II Guerra Mundial. El hecho tiene el valor que tiene aunque se merece una breve reflexión porque no es la primera vez que un partido político cambia su ideario de forma tan drástica en menos de un mes y reemplaza el anuncio de una rebaja generalizada por otro de un incremento apabullante. Habrá quien argumente que ambos fueron hechos por personas diferentes y tendrá razón porque así ha sido.
Pero también habrá quien sostenga que, casualmente, ambos pertenecen al mismo partido conservador británico, con lo cual puede sentirse obligado a imaginar algunos supuestos un tanto preocupantes… ¿tienen claro en ese partido qué se debe hacer? ¿debe uno fiarse de gestores que cambian tanto de opinión como de pañuelo en una tarde de moquita? ¿me tomaría yo un café con gente así o rechazaría la degustación (del café) y a cambio pediría ayuda a un exorcista? Escoja usted mismo. Y más todavía, si se argumenta que los oponentes políticos hacen lo mismo hay que aceptar que así es aunque en este caso concreto solo se alude a impuestos.
La decisión adoptada por los conservadores británicos –o de la Pérfida Albión, expresión acuñada en Francia y no aquí- sí debería merecer la reflexión de sus congéneres hispanos, más interesados a menudo en el uso de frases hechas para desgastar al gobierno que en alternativas políticas o en detalles útiles de las medidas aprobadas por sus homónimos de las Islas. Sunak, conservador él, ha recuperado el impuesto a las empresas energéticas por los beneficios extraordinarios obtenidos por el encarecimiento derivado de la guerra de Ucrania. Y su ministro de Hacienda, Jeremy Hunt, anunció después que las pensiones y las ayudas y subsidios sociales subirán al ritmo del IPC. Aquí, debajo de los Pirineos, nos hemos quedado con la coletilla de que hay que rebajar impuestos aunque sin explicar cómo hará el Estado para prestar los servicios más esenciales.