Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Cifras invernales. Maltratos

16/12/2021

Después de leer muchas colaboraciones publicadas en el cuidado  Extraordinario que, con motivo del 140 aniversario cumplido por Diario Palentino, ha regalado la empresa, junto al periódico amigo, a todos sus incondicionales lectores, me dispuse a centrarme en sus páginas. Y las cifras, como en tantas ocasiones, me decidieron a comentar algo que ocurre, a veces, cerca de nosotros y que, por ser noticias de aquí o allí, para mal, frecuentes y escalofriantes, me llevan a dedicar al tema esta columna. Se trata de  las víctimas de violencia machista. En primera página leo: El 75% de las víctimas de maltrato acogidas rehace sus vidas en Palencia. El servicio municipal amparó en los últimos años a 26 mujeres con hijos menores. Y que la capital palentina alberga cuatro concentraciones con lectura de distintos manifiestos.
Créanme, esta columna me está costando gran esfuerzo y no hago más que transcribir lo que ustedes acaban de leer.  Es doloroso saberse derrotada ante unas cifras frías en el otoño inhóspito que estamos viviendo. Tengo, siento frío. Sí. Pero no físico. Masco rabia que me lleva hacia la impotencia y la indignación porque sé de antemano que poco o nada voy a conseguir escribiendo estas palabras que brotan desde mi corazón. 
Vuelvo a días escolares. Uno de mis alumnos llegaba a clase, algún lunes, triste, angustiado. Como si una nube le impidiese ver un rayito de sol. Esos días, su sonrisa, tímida, pero franca, con la que solía acompañar cada una de las actividades de la jornada escolar, permanecía escondida, velada, podría decir que desaparecida en algún lugar de su cerebro.  Recuerdo, también, que rehuía a los compañeros como si necesitase rumiar en soledad algún problema. Durante el recreo buscaba mi mano o se agarraba al bolso de mi baby. Traté de que se integrara en algún grupo para jugar. Confieso que no siempre lo logré. Pasó un tiempo y una tarde de jueves, su abuela pidió hablar conmigo. Desconsolada, me contó el drama familiar que el pequeño presenciaba. Me dijo que la hija estaba casada con un maltratador y que el suplicio que vivía no me lo podía ni imaginar. El padre llegaba borracho y pegaba a la madre. El niño lo veía. Se separaron. No supe nada más. Cambiaron de ciudad. Para bien, espero.