Juanma Terceño

El hecho gastronómico

Juanma Terceño


Debajo de casa

23/12/2020

Pocas veces me paro a pensar en la suerte que tengo de tener debajo de casa un restaurante como La Rotonda de Rivas.
Seguro que todos en nuestro entorno tenemos muy cerquita un bar o restaurante de referencia, donde disfrutar de esa ensaladilla, esas gambas, ese pincho bueno de tortilla... pero para un gastrónomo como yo, tener tan a mano un restaurante donde saben trabajar un género de nivel Euroleague, ya sean mejillones bouchot, almejas, carnes rojas de Discarlux, atún rojo Balfegó, buenas anchoas, habitas, croquetas de carabinero, mollejas, chanquetes, merluza de pincho del Cantábrico, extraordinarios guisos de manitas y rabo de toro o asados como cochinillo o cabrito, todo ello sumado a una buena carta de vinos a precios comedidos... es un lujazo.
Claro, hay veces que me dan ganas de domiciliar la nómina directamente allí para ir tirando del saldo durante el mes, pero tampoco se trata de eso.
Y si estoy más informal y quiero calamares, huevos rotos sobre unas estupendas patatas fritas, tigres, jamón del bueno cortado a cuchillo, también lo encuentro.
No me extraña que cada vez trabajen más debido a la calidad de su trabajo, ni que su público sea tan heterogéneo, al estar ubicado en un pequeño centro comercial de una zona residencial y tener una gran terraza y amplios horarios. Hereda la historia de sus inicios, cuando era el recién abierto bar-restaurante de una zona en construcción, al que venían los albañiles que empezaron a edificar el por entonces campo a urbanizar. Hoy en día los hermanos Raquel y Óscar siguen el legado de sus padres, quienes lo iniciaron, y el comedor principal es bonito y acogedor, la bodega está a la vista de los clientes... muchos detalles conseguidos gracias a décadas de esfuerzo.
Todo esto resulta más enriquecedor sabiendo que no deja de ser en parte el bar del barrio, en el que tomar un café con porras para desayunar o a media mañana, o un tinto de verano de media tarde antes de subir a casa o tras salir del supermercado.
Así que amigos palentinos, si alguna vez vienen por Rivas Vaciamadrid y les apetece conocerlo, me pueden tocar el timbre para que me quite el pijama y baje, al menos para saludarles y tomar un vino juntos, al fin y al cabo no dejaré de estar ¡debajo de casa!