Antonio Álamo

Antonio Álamo


Susto

10/06/2021

Un fallo de Internet provocó anteayer cierta incertidumbre en usuarios y empresas de todo el mundo. La red dejó de funcionar correctamente durante una hora y las páginas web de sociedades de todo tipo se quedaron sin servicio. Grandes y pequeñas. Cuando se intentaba acceder a ellas los servidores devolvían un mensaje de error, impidiendo la conexión y provocando zozobra, especialmente entre quienes realizaban operaciones de compraventa porque no es lo mismo adquirir un producto por un procedimiento electrónico que echar un vistazo a la actualidad informativa. El inconveniente lo sufrieron todo tipo de internautas y empresas como Amazon, Spotify, Reddit, El País, El Mundo, la Ser –como pude comprobar en directo-, The Guardian o The Financial Times.
Las causas del apagón no se conocían muy bien aunque, entre las dos hipótesis que barajaban como más probables, los expertos se inclinaban más bien por un problema de distribución en los servidores que por un ataque de piratas informáticos. Da lo mismo. Sea lo que sea, lo cierto es que de alguna manera Internet se ha unido a ese elenco de herramientas y servicios que en algún momento fallan, demostrando una vez más que la perfección es inalcanzable para personas, servicios, enseres, instrumentos y demás. Por eso colapsamos todos.
Falla un electrodoméstico, revienta una tubería, un chinarro acaba con la luna del vehículo, una sobrecarga eléctrica deja sin luz a una vivienda, un neumático explota en pleno viaje turístico por Los Monegros… en fin, son algunos imprevistos incómodos que deben afrontarse con paciencia porque forman parte de un catálogo de imponderables contra los que no existe vacuna. Y hay bastantes. La avería de Internet no es más que la enésima constatación de que lo imprevisible nos acompaña.
Por lo demás, aunque el fallo ocasional de la red haya sido generalizado quizá sea menor que cualquiera de los otros problemas que es capaz de originar tal herramienta de comunicación. Las ventajas que presenta son conocidas pero de los inconvenientes apenas se habla. Y en algún momento, tiempo al tiempo, tal vez nos acordemos de lo que supone el control de la población, la pérdida de la intimidad y la atrofia ocasionada por la ausencia de reflexión.