Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Enfermos de amor

16/02/2021

Hace tiempo que hemos enfermado, por la ausencia de amor, entre análogos. Esa es nuestra principal crisis, la que nos golpea en cualquier instante y por doquier. Únicamente nos movemos al dictado de los intereses del mercado, hasta el extremo de ser una pieza más del entramado de los negocios insaciables y corruptos. El dicho  de «según lo que tienes así vales», es la materialidad palpable. No se puede caer más bajo. Apenas nadie acompaña a nadie en los sufrimientos. ¡Qué difícil resulta soltar una lágrima por alguien! Se acrecientan los devotos del egoísmo y aumentan las divisiones. Los corazones son más piedra que latido y asistimos a una contienda de absurdos entre semejantes. Todo se compra y se vende, nada se dona, ni una mano tendida ni  tampoco una caricia de perdón. Florecemos así de estúpidos. No hay nada en el astro más peligroso que desmembrarnos de lo que somos y cultivar la maldad entre nosotros. 
Olvidamos que es la autenticidad de lo que entregamos a los demás lo que verdaderamente nos sana o nos aniquila. Cierto, amar hasta volver amigo al enemigo, no deja de ser el punto más alto de ese poema gozoso, pletórico en salud, que es lo que en realidad nos trasciende y enciende las pupilas del alma, para concluir en un armónico oleaje de dichas que nos abracen y cautiven. Por tanto, es ese mundo de los afectos verdaderos los que nos dan subsistencia, y energía en abundancia expansiva e inclusiva, lo que incluye las relaciones con la naturaleza de la que formamos parte. Sin esta inspiración de apegos y simpatías en bloque, nada se sostiene, mientras la indiferencia toma posiciones ventajosas que nos deshumanizan por completo. Precisamente, el coronavirus nos está dando su gran lección, al mostrarnos que el efectivo bien, para cada uno, viene de la mano de un don colectivo; y viceversa, esa ofrenda común con la que tanto se nos llena la boca, también es un verídico acorde para el individuo.
Desde luego, el ser humano se hace más humanitario en la medida que el propio bienestar lo abre a todos, lo comparte, y hace la existencia más fácil para sí y para los demás.