Editorial

Dignidad en la etapa final de la vida, un derecho individual

DP
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El trance final no es fácil, así que cuanta más ayuda tenga el paciente, menor será su sufrimiento

Las estadísticas, que no solo son datos, sino que encierran tras ellos personas, situaciones, problemas y necesidades, señalan en el caso de Palencia que siete de cada diez pacientes con una enfermedad en fase avanzada o terminal eligen morir en su propio domicilio, rodeados de familiares y de gente de confianza y, a ser posible, auxiliados con los medios precisos para solventar dolores y molestias y, ante todo y sobre todo, para pasar dignamente por esos trances finales. Es una demanda lógica, incluso un derecho, como lo es aunque no siempre ni en todos los casos se cumpla el de nacer, crecer, trabajar y gozar de un techo dignos. Y más aún en un Estado del Bienestar, en el que se dilapidan millones en actuaciones no siempre útiles, pero parece faltar el dinero cuando se trata de materializar esos derechos básicos y universales. Las unidades de cuidados paliativos tienen esa función en la atención hospitalaria: garantizar la comodidad, la dignidad y el mayor bienestar posible a los enfermos terminales. Sin embargo, aquellos que prefieren quedarse en su casa necesitan unos cuidados similares que sus allegados no pueden proporcionarles, bien por ser muy específicos, bien por no disponer de medios materiales y técnicos para ello.

 Es ahí donde entra INTecum, un proyecto piloto de la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta, en cuya puesta en práctica se ha implicado desde el primer momento la Fundación San Cebrián. La aceptación ha sido magnífica desde su puesta en marcha en febrero de 2019: casi doscientos pacientes de paliativos, el 59% de ellos del medio rural y el 41% restante de la capital. A cada uno lo visita la gestora de casos, que evalúa las condiciones de la vivienda y las necesidades del enfermo, de cara a las posibles adaptaciones y al tipo de atención personalizada y actúa en consecuencia, de modo que tenga lo que precisan él y su familia, si vive acompañado, o el paciente si está solo. El precio depende de la capacidad económica del beneficiario y el programa da trabajo a un buen número de personas, sobre todo mujeres, más de la mitad en la provincia.

Con este primer balance y los testimonios de satisfacción de quienes están en el INTecum y de sus familiares, no cabe otra conclusión que la de que se trata de una iniciativa necesaria, conveniente y positiva, que debe extender la Gerencia al resto de Castilla y León, como complemento a los cuidados paliativos hospitalarios. El trance final no es precisamente el más fácil de pasar, así que cuanta más ayuda tenga la persona, menor será el sufrimiento y más garantizada estará esa dignidad, que es un derecho individual y un deber social. Las administraciones no deberían olvidarlo nunca. Cuestión de salud pública.