Cualquier política de abandono de las realidades sociales de un pueblo, región o país, forma parte de la antítesis de las responsabilidades de los buenos gobernantes. El estímulo a la violencia es una hiperestesia, una reacción o respuesta embotada, consecuencia de la inactividad de los gobiernos a ejercer su autoridad, por consiguiente, abandono del orden social a la libre interpretación del más simple de los mortales, (referente) imprescindible de la postración ontológica del ser humano y sus consecuencias de declive y ocaso humano y social. Las políticas simples o incívicas son las que permiten: la dejación ambiental en todos los espacios públicos; las que no sancionan las conductas insociables; las que no protegen el orden y la convivencia ciudadana; las que permiten el libre albedrio para deambular sin respeto alguno, por lugares prohibidos, sin respuesta de consejo y de sanción. Las políticas simples proceden de los gobiernos locales, regionales o nacionales que eluden e ignoran sus responsabilidades frente al delirio de la insociabilidad  ciudadana, o las necesidades reales del pueblo o nación. Tales políticas están faltas de ideas, de talante de servicio, y siempre abyectas al olvido de los compromisos contraídos con los ciudadanos en tiempos de electorales. Son las que permiten los comportamientos del inframundo de la incultura, bajo una deprimente sensibilidad por el clamor de la opinión de la mayoría social, y sosteniéndose en  la heterodoxia subyacente de la falsedad y la dejación, provocando el hastío y la insurrección ciudadana como respuesta a las injusticias en desamparo, y a las demandas no atendidas. Son las que crean, fomentan, y difunden libelos, con el fin de prolongar su torpeza política e ineptitud para la buena gobernanza, por ello, las políticas simples, son la forma de entretener al pueblo a través de la farsa permanente y la mentira, con el propósito de esconder la realidad de pobreza y miseria que sufrirá la mayor parte de la sociedad de un país. Las malas políticas, lejos de resolver las preocupaciones vitales de empleo estable, y dar solución a la necesidad invariable de bienestar individual y colectivo, pierden las noches y los días en provocar tiempos inciertos.