Carmen Casado Linarejos

Epifanías

Carmen Casado Linarejos


El decoro

07/08/2022

La literatura española del Siglo de Oro daba mucha importancia al decoro en el vestir. Especialmente en el teatro. Se refería a la adecuación del vestido de los personajes a su condición. De este modo, ya se manifestaba una parte importante de su caracterización. Siempre  ha tenido entidad la indumentaria, no solo en el teatro, sino en la vida real, tratando de presentarnos, si no lujosamente, al menos de un modo que no resulte molestamente llamativo. No es un asunto frívolo. Toda actividad profesional o social respeta un código en el modo de vestir que se debe recordar en su momento. Sin embargo, la relajación de las costumbres viene afectando de manera muy evidente al decoro en el vestir. Nuestros vecinos franceses están ahora debatiendo en la Asamblea Nacional, si debe imponerse un código en el vestir de los políticos electos en sesión oficial. Este asunto se plantea ahora en Francia a instancias del partido de extrema izquierda La Francia insumisa, equivalente a Podemos, que rechaza el uso de corbata y americana en las sesiones oficiales. Recordemos que en España, ese asunto ya lo planteó un ministro del PSOE, Miguel Sebastián, en 2011, quien propuso la supresión de la corbata. El presidente del Congreso, José Bono, se opuso a la propuesta, pero es evidente que sin éxito. De entonces acá, la indumentaria de los políticos en sesión oficial viene sufriendo un deterioro que ofende el buen gusto: camisas de leñador, vaqueros rotos y deslucidos son exhibidos con desparpajo y como enseña política. Pronto veremos a sus señorías acceder a su escaño en el Congreso en bermudas y chanclas por mor de las olas de calor. Otro caso de relajación vestimentaria se observa en la Iglesia. Los trajes de algunas novias son claramente inconvenientes con el lugar sagrado en que celebran su matrimonio. Parecen más indicados para la fiesta en la disco que para la Misa. Por otra parte, resulta paradójico que los más progres insistan en quitar importancia al modo de vestir, por considerar que es asunto frívolo, pero adopten un código inconfundible consistente en eso que ha dado en llamarse mendigo millonario. Y es que, se diga o no, nos interesa mucho la ropa.