Antonio Álamo

Antonio Álamo


Cumpleaños

06/05/2021

Hace dos días cumplió 45 años un periódico, El País, cuya presencia constituye en la sociedad española un punto de referencia ineludible desde cuantas perspectivas quiera contemplarse. Una foto de la plantilla de montaje de la que fue su primera portada puede encontrarse en Historia gráfica de la prensa diaria española (RBA Libros. 2011), de Juan Fermín Vílchez, aunque no es más que un detalle anecdótico e intrascendente frente a la reproducción de la original, fácil de localizar en diferentes volúmenes sobre la historia del periodismo español. Desde su nacimiento, el 4 de mayo de 1976, constituyó un éxito sin precedentes, quizá porque comenzó su andadura en un momento oportuno, en unas circunstancias favorables y con la fortuna de encontrar a un público predominantemente joven.
De aquella época, además, hay otros vestigios igual de interesantes que esa reproducción de la plantilla que guardó para su libro el autor. Uno de ellos fue la costumbre de publicar editoriales conjuntos que ese y otros periódicos nacionales practicaron al unísono en momentos difíciles provocados por episodios de desestabilización y provocación terrorista. La prensa fue entonces un elemento favorecedor del consenso civil, ofreciendo la sensación de que existía la voluntad general de -según las historiadoras María Cruz Seoane y María Dolores Sáiz- «no atizar inveterados enfrentamientos» y «evitar actuaciones viscerales».
No se registran circunstancias semejantes a las de entonces y quizá por eso cuesta imaginar que deban emularse ahora procedimientos como los de incluir el mismo editorial en cabeceras pertenecientes a diferentes grupos periodísticos. Carece de sentido. Por otro lado, tampoco parece aconsejable establecer comparaciones entre ambos momentos porque ni se parecen ni tienen soluciones idénticas. 
Sin embargo, la visceralidad existente en la política española podría reducirse a la mínima expresión para evitar que se adueñe definitivamente de la sociedad. Conociendo el interés de los partidos por llegar a la opinión a través de los medios de comunicación, la solución es sencilla. Consiste en relegar a la papelera de reciclaje exabruptos, descalificaciones y maneras barriobajeras. Luego bastaría con vaciarla.