Elisa Docio Herrero

A vuela pluma

Elisa Docio Herrero


8 de marzo, la incomprensión

07/03/2021

Con independencia del desencuentro sobre si esta vez procede o no la presencia en las calles, cada año esta conmemoración escuece a muchas mentes retrógradas de esas que a fuerza de inmovilistas nos mantendrían aún en la era cavernaria. Sea cual sea el formato elegido hay que seguir en la brecha de la reivindicación, que no se enfríe el ambiente porque a nada que nos descuidamos nos dan marcha atrás. Es muy cansino tener que estar siempre en la frontera y con un ojo en la retaguardia. Las mujeres de mi generación nos sentimos engañadas. Fuimos a la universidad, luchamos por la igualdad de oportunidades y derechos, creímos que nuestras vidas iban a ser diferentes de las de nuestras madres; aspirábamos a un papel propio en la sociedad, con nuestro nombre, nos apestaba ser designadas algún día como señoras de…Y resultó que nosotras cambiamos, progresamos, pero ellos no. Los hombres seguían siendo y queriendo ser como lo fueron sus padres, con los mismos prejuicios. En ese distanciamiento ellos crecían y nosotras mermábamos, nos sobrecargamos de trabajo fuera de casa, de lo que ellos estaban encantados, más dinero fresco, nos animaban a hacerlo pero no asumían su papel en los cuidados, en estar donde hay que estar, en buscar el colegio y hablar con los tutores, en tener la ropa aseada, en que la comida estuviera en la mesa a la hora y, sobre todo, en la comprensión de por qué nos enfadábamos cuando ya estamos agotadas del trabajo, de los cuidados y de dormir con un ojo abierto. Ellos seguían en el sistema patriarcal que tantos privilegios les otorgaba y nuestro trabajo desvalorizado. Muchos hombres, incluso muy jóvenes, siguen sin percatarse de que nosotras llevamos la carga física y emocional, somos las que escuchamos los problemas y velamos para que todos a nuestro alrededor estén bien, las que estamos siempre disponibles.                       

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