Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Kronen

15/08/2020

El otro día tenía encendido el televisor como compañero de fondo y de voz en off mientras me esmeraba, sin el resultado esperado en absoluto, en el remate de determinadas tareas del hogar. Había comenzado aquel transgresor largometraje que narraba las peripecias de unos cuantos jóvenes en una de las épocas doradas de la juerga nacional, los noventa. Historias del Kronen supuso una revolución social por lo realista de su narración, sin palabras bonitas ni adornos estéticos.En esto que el protagonista se acerca a la barra de un garito, abarrotado, cómo no, y pide al camarero «un cubata de ron». Qué tiempos… los bares hasta la bandera jueves, viernes, sábado y domingo… vasos de tubo, rodaja de limón si te tocaba y llegabas a tiempo, tres hielos… las marcas de alcohol no importaban tanto y sí el número de combinados que te iba a dar tiempo a enjaretarte hasta la hora de cierre… y, después, las discotecas, también, atestadas. Un periodo en el que los bares estaban a rebosar muchos más días al cabo del año y la rentabilidad obtenida por los costes existentes era exponencial. Pero esto ya no es así. La era de la información y las crisis que nos han acechado en los últimos tiempos han dado como resultado un cliente más formado y más selectivo. Un cliente que solicita una determinada marca de destilado, en un tipo concreto de copa y con una preparación específica. Un cliente al que ya no le vale cualquier cosa.Y en una sociedad como la actual, y ya no hay freno, que cambia constantemente a golpe de clic y de like y el corto plazo está más presente que nunca porque nos enteramos de todo, se me salen los zapatos atados cuando escucho espetar a un trabajador de bar esa célebre «llevo 30 años poniendo copas» o «llevo toda la vida atendiendo en bares». Y puede que, si hacemos un marcaje al hombre a este fenómeno, la debacle de servicio sea de dos orejas y rabo. Porque existe ese tipo de camarero que parece un fenómeno a primera vista porque no para pero que trabaja a golpe de hachazo, y no de bisturí. Porque lo de «llevo 30 años…» hace currículo si se ha sabido adaptarse a los tiempos y a los cambios en el servicio y en los gustos de los clientes. Porque el mejor no es el que más rápido hace las cosas, el mejor es el que más rápido hace las cosas BIEN.