Fernando Martín Aduriz

Dirección única

Fernando Martín Aduriz


Depresión

20/08/2020

Si nos ocupamos de las formas leves de la depresión, luce en su esplendor el aserto de Jacques Lacan: no hay depresión, hay cobardía moral. En grandes depresiones, la estructura psicológica es otra, menos dependiente del ánimo y la moral, más frágil, pero en esas formas más habituales, conviene discernir lo que se parapeta detrás de esa hipotética patología psicológica, clasificada y medicalizada.Ante las adversidades y contrariedades cotidianas el sujeto puede refugiarse en su guarida, retroceder, encontrarse alicaído, bajo de forma, sin humor para salir a pelear al mundo. Antes se decía «estoy depre», ahora «de bajón», de «bajonazo», da igual. Traduzcamos: las contingencias, los avatares, las pérdidas, los duelos mal elaborados, los problemas laborales o económicos invitan a cerrar los ojos, a quedar en la cama. El sujeto se acobarda moralmente, de ahí ese aserto sorprendente, pues las burocracias sanitarias, y el ambiente de nuestra época justifican la depresión como un episodio por el que pasan y pasarán muchos reclamando un brebaje mágico para sus desánimos. Han pasado tantos por ese habitáculo de la depresión y se han recetado tantos anti-depresivos que aquel responsable sanitario catalán exclamó aquello tan expresivo de «¡se recetan anti-depresivos con mucha alegría!», sin percatarse de su humorada.Es por eso que interesa mirar debajo de la alfombra, e indagar el sobresalto, el susto de amor, la ruptura, el despido, la caída que ha dado paso al momento depre. Sin esa investigación, introducimos al sujeto en un túnel de píldoras, salpicados de consejos que eluden nombrar la verdad.Pero no con saber la verdadera causa es suficiente para sacar al deprimido de sus cuitas. La ética de cada uno, el arrojo, la capacidad para no desesperar («si la nieve no te deja andar»), la valentía de afrontar las dificultades es lo determinante.La frontera entre depresión, tristeza y melancolía se hallaría en el enunciado de ese estudioso que escribió un tratado sobre la melancolía en el siglo XVI, Timothy Bright: «El llanto no dura tanto como la pena».