Antonio Álamo

Antonio Álamo


Hueso

11/05/2023

Hace unos días se despidió de los lectores de El País uno de sus periodistas, Enric González, con una columna de opinión realmente curiosa. Se titulaba Cuestión de finales, estaba envuelta en sutileza y podía interpretarse de diferentes maneras. La columna en sí era un delicado boceto, por preciso, de los avatares que nos han rodeado a todos en los últimos veinte años e incluía una reflexión personal utilizando como señuelo el Dry Martini y el hueso de la aceituna que lo acompaña. En la columna desechaba su antigua apreciación según la cual la única opción caballerosa era tragarse el tito y la cambiaba por otra muy diferente. «Cuando el martini es especial, por la compañía o las circunstancias –decía-, el hueso puede guardarse en el bolsillo y conservarse para siempre. Yo –añadió- mantengo una pequeña colección de huesecillos que jalonan mi historia personal. No parece imposible que hoy añada otro ejemplar».
Que no haya gustado en el periódico la despedida es fácil de entender viendo la reacción de la Defensora del lector, publicada hace cinco días. No fue un ejemplo de caballerosidad desde el instante en que hay una crítica al personalismo y un recordatorio de que no es noticia lo que le ocurre a un periodista. Pudo también mencionar que se trataba de una columna de opinión, no un texto informativo, y que sigue vigente aquella máxima basada en que los hechos son sagrados y las opiniones son libres, pero no. En cualquier caso, es otra opinión aunque en este caso en nombre de una empresa. Una pequeña servidumbre laboral más… un hueso de aceituna que no termina en el bolsillo.
Por lo demás, a Enric González se le puede criticar pero sin argumentaciones como las esgrimidas por su empresa. No, no tendría sentido. De criticarlo sería por alguna de sus elecciones. Por una en concreto. A ver, el Dry Martini es un brebaje de ginebra y martini cuyo mayor inconveniente reside en ese hueso de aceituna que sitúa a quien lo consume ante una alternativa existencial: o se traga o no se traga. Si no se traga no hay otra opción que tirarlo disimuladamente al suelo o guardarlo en el bolsillo. Por eso, ante tal tesitura, son preferibles el orujo, el carajillo o la queimada. No incluyen aceituna. Que traguen otros.