José Luis Ibarlucea

José Luis Ibarlucea


En vano

05/02/2021

Decía Ernst Jünger: «Por aquel entonces comprendí el sentido de la horrorosa expresión ‘en vano’». Es decir, trabajar, formar una familia, construir un régimen de libertades…para descubrir que una pandemia mal gestionada termina con el trabajo de hosteleros, autónomos…, con la esperanza de morir acompañado por la familia (70.000 muertos en soledad), es darse cuenta que nuestra vida está transcurriendo ‘en vano’.
La mentira es esa infección que convierte todo en vano. Si el pudor es el impulso a guardar aquellos pensamientos, sentimientos e intenciones que forman parte de la intimidad de la persona, la mentira es la manifestación contraria a lo que se piensa, se siente o se hace. Por eso, se exhibe y se utiliza para manipular a nivel social. La mentira es la perversión de la persona y de su pudor. La persona mentirosa, pervertida en su interior, a lo que realmente tiene miedo es a la verdad, a la que considera peligrosa. El mentiroso construye un mundo fantástico en el que vive su yo soberbio y vanidoso, y se siente seguro en él, pero con la alarma puesta. Sin embargo, la mentira nunca camina sola, siempre se hace acompañar de más mentiras porque sola, a veces, no puede mantenerse. Pero aunque se multiplique, su peor enemigo es el tiempo, este va desnudando lentamente y desvelando la fantasía de un mundo construido para fascinar a ingenuos y aprovecharse de ellos poniéndose por encima. Este es el impudor de la mentira.
El mentiroso destruye la confianza en la palabra y a partir de ese momento ya nadie le cree, siembra desierto a su alrededor. Esta es la situación que tenemos con nuestros políticos en el día a día y en el Parlamento, donde no queda ni preocupación, por el bien común, ni palabra. Sólo quedan globos vanidosos y ajenos a todos los problemas de la gente sencilla, gobiernan pensando únicamente en su sueldo y en ejercer un poder de sometimiento. Lo más sagrado para el español de hoy como es su trabajo, su familia, la educación de sus hijos, su vida…mediante la mentira de debates artificiales, se empañan y difuminan esos derechos convirtiéndonos en ciudadanos vaporosos y vanos para ellos. No les interesamos como ciudadanos libres sino como obedientes siervos. Los grandes maestros de la utilización de la mentira como instrumento político fueron Hitler y Stalin, ellos sabían muy bien que sin verdad, los ciudadanos y las democracias son vanos y se puede prescindir de ellos.