Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Aires optimistas

26/06/2020

Los moradores de este mundo requieren activar la cultura de cercanía, máxime en un momento de tanta penuria y dolor, teniendo que tragarse las lágrimas en soledad y en silencio, porque el desconsuelo es grande y los gestos de amor son más bien escasos. Nos falta esa proximidad de corazones, ese encuentro de pulsos que es lo que realmente nos imprime fortaleza, o la misma ternura de una caricia que nos deja una huella imborrable, hasta ponernos en camino de la esperanza. La ilusión por vivir no la podemos perder.
 Es cierto que la pandemia nos ha marcado profundamente, nos ha hecho reflexionar, acaso madurar sobre nuestra debilidad, recapacitar sobre el presente y el futuro de nuestro linaje; pero también nos ha llenado de energía positiva para volver a renacer y poder construir un nuevo horizonte, lo que demanda del compromiso y la dedicación de todos. Se me ocurre pensar en esos aires optimistas, en las tres vacunas candidatas que están por comenzar la fase final de pruebas en humanos en Estados Unidos, Reino Unido y China. Quizás ahora el mayor reto sea, según la agencia de salud de la ONU, que los países se unan para garantizar que las inmunizaciones lleguen a los más vulnerables en todo el mundo primero, y que no se conviertan en un negocio donde solo aquellos pueblos que puedan pagarlas tengan acceso. Esto suele pasar por tener un corazón enfermo, que apenas siente ni sufre por nada. Urge, por tanto, despojarnos de esa piedra que permanece muda y apenas se conmueve. Forma parte de este espíritu mundano, que deshumaniza y nos derrumba como especie. Ojalá aprendamos a pasar de la noche a la mañana, de la angustia al ensueño de quererse.
Reconozcamos que no es fácil irse de este espíritu soberbio, endiosado, que adoctrina en esa línea tenebrosa, pero con empeño todo se consigue, también expatriarse de la amargura con la que se nos encadena, lo importante es tener confianza en uno mismo y mantener el tipo hacia la luz del sol. Fruto de esa arrogancia y altanería, el Consejo de Derechos humanos acaba de condenar el racismo sistemático. En un mundo globalizado como el presente, las prácticas racistas mediante el uso excesivo de la fuerza, nos dejan sin palabras.