Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Honra        

16/01/2021

Hoy quiero dar voz a la verdad más universal que acompaña al ser humano desde que el mundo es mundo. Las abuelas son más felices cuanto más comes. Ya puedes estar astragao, harto o ahíto que aparece con otra fuente de filetes empanados al grito de «¡si no has comido nada!». Innegable. Y quién no tiene un amigo que hace las delicias de la matriarca para su orgullo y felicidad devorando hasta la última hebra y pidiendo pan para entregar el plato más brillante que el pendiente de Mr. Proper.
Dentro de nuestras fronteras y hasta la fecha hemos disfrutado de una abuela y un amigo que nos procuraban ambos deleites nutriéndose de nuestras benditas costumbres y de la fortuna que atesoramos en un país con unas condiciones para el turismo excepcionales y, quizás, con la diversidad gastronómica más amplia del mundo.
De una parte, la abuela nos proveía de millones de puestos que trabajo que han servido de carrera profesional a muchos, de refugio económico efímero a tantos, de complemento para una mejor calidad de vida a costa del sudor y el esfuerzo a otros cuantos más… pero a todos de sustento.
Y de la otra, el amigo ha acogido a una ingente masa de la oferta laboral existente que la demanda de otros sectores no podía absorber rebañando las colas del paro hasta que los filetes asomaban por el gaznate, para, de nuevo, ejercer de sustento para miles.
Esa excelsa y amantísima abuela y ese leal y fiel amigo por los que tenemos que rezumar honra son nuestra hostelería (entiéndase, como es de ley, todos los sectores que la circundan).
Me asombra la incapacidad de algunos para intuir el escenario que asoma.
Con los datos de contagio existentes en el sector y la masacre que se está cometiendo (me ahorro un cariñoso epíteto) están dejando morir a la abuelita a su suerte, sin ayuda, desvalida, mirándoles a los ojos con la pena y la decepción más terribles en sus amargas pupilas. Derramando lágrimas. Y no habrá más filetes, ni besos, ni cariño.
Ya no sólo no creará puestos de trabajo, sino que los lamentables cierres y los obligados recortes que, tristemente, están ya llegando nos harán potar los filetes que alargarán, hasta que se pierdan en el horizonte del desierto, las fatales colas del desempleo.
¿En qué abuela y en qué amigo han pensado estos señores para evitar la ruina...?
PD: A las abuelas y a los amigos, no se les deja tirados. Es sagrado.