Editorial

La gestión de la pandemia demanda una dedicación exclusiva

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Mientras las cifras de contagios y de incidencia de coronavirus no paran de batir récords prácticamente a diario en España, con la cepa británica expandiéndose por buena parte del territorio nacional, la atención se ha centrado en los últimos días en la polémica por la vacunación de diferentes representantes políticos, sociales y militares a los que, según los requisitos que había marcado Sanidad, no les tocaba recibir la dosis en estas primeras remesas destinadas para los colectivos más vulnerables, residencias de ancianos y personal sanitario, y justo cuando farmacéuticas como Pfizer anuncian que no van a poder suministrar las profilaxis comprometidas en su día. 

La dimisión del consejero murciano de Salud, Manuel Villegas, a principios de la semana pasada, y la del jefe de Estado mayor de la Defensa, el general Miguel Ángel Villarroya, tras confirmar ambos que habían adelantado sus turnos son los dos ejemplos más flagrantes de que algo tan trascendental como la campaña de vacunación no se está realizando correctamente y que el protocolo que se ha marcado carece de transparencia.

A esta controversia de los turnos para acceder a la profilaxis, se une la de la falta de material adecuado para administrar las vacunas, ya que algunas comunidades autónomas no cuentan con las jeringuillas idóneas para su suministro, pese a que la UE, primero, y el Ministerio, después, ya indicaban en el mes de diciembre cuáles eran las más óptimas, lo que está provocando que se desechen cerca de un 20 por ciento de las dosis. 

Ahora que la cifra de muertes y el colapso de las UCI se disparan en esta tercera ola y que la mayoría de las regiones piden mayores restricciones, con cambios en los horarios marcados desde un Gobierno central que se niega a llevarlos a cabo, es más necesario que nunca reflexionar para establecer los protocolos adecuados que puedan doblegar la curva de un virus que, pese a los cantos de sirena que se lanzaron en pleno mes de julio, se encuentra desbocado.

Resulta controvertido y perjudicial que el máximo responsable de Sanidad, el ministro Salvador Illa, se dedique a dar mítines en Cataluña, donde será cabeza de lista por el PSC en las próximas elecciones del 14 de febrero, cuando es vital que el Ministerio de Sanidad esté centrado al cien por cien en combatir la pandemia. Por mucho que se empeñe en decir que está comprometido en la lucha contra el virus hasta que abandone la cartera, las polémicas que están surgiendo ponen en evidencia, una vez más, la gestión de una crisis sanitaria que demanda dedicación, coordinación, rigor, control y, por encima de todo, resultados.