Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Cierre

07/11/2020

El Abatimiento del Abandono. La Aflicción del Abuso. El Agravio de la Agresión. La Amargura de la Angustia. La Ansiedad de la Arrogancia. El Asco de la Ausencia.
El Cansancio de la Censura. La Cólera de la Contrariedad.
La Decepción de la Dependencia. La Depresión del Desaliento. El Desánimo del Desamparo. El Desasosiego del Desconcierto. La Desconfianza del Desdén. La Desdicha de la Desesperación. La Desidia de la Desmotivación. La Desolación del Desprecio. La Desprotección del Dolor. La Dominación.
El Enfado del Enjuiciamiento. El Enojo de la Exasperación.
La Fobia al Fracaso. La Fragilidad de la Frustración. La Furia.
El Hastío de la Hostilidad. La Humillación.
La Impotencia de la Incongruencia. La Indignación de la Injusticia. La Inseguridad. La Ira. La Irritación.
La Manipulación de la Mezquindad. El Menosprecio del Miedo.
El Odio a la Omnipotencia.
El Pánico a la Pena. La Persecución.
La Rabia del Repudio. El Resentimiento de la Resignación. El Rencor. El Resquemor.
La Soledad del Sometimiento. La Sumisión.
El Temor a la Tristeza. La Turbación. El Terror.
En cada letra de nuestro alfabeto he indagado profundamente. Hojeando y ojeando los volúmenes vintage de aquella espasacalpe que ahora adorna el mueble de un salón; y estas son las palabras que han llorado mis dedos ante el cierre de la hostelería, que hiere de muerte a todos y tantos sectores aledaños. Los que nutren nuestra alegría más profunda como sociedad y los platos de nuestros hijos.
Pero en el cuarto y mitad de este túnel compartido por letras y ultraje cum laude en deshonor, se erige, como el Cristo del Otero en Castilla cada mañana, la I latina. La de la ILUSIÓN. 
Porque a la hostelería no se la va a rapiñar nadie. 
Porque el amor que desgrana lágrimas de emoción al llevar el pan a la mesa, sangrado y sudado a base de horas de pie, de fiestas al pie de la barra, de fines de semana y de celebraciones a golpe de bandeja… atendiendo a tus clientes como se merecen… ese amor, ni con aceite hirviendo se le arrebata al hostelero. 
Porque el dinero y los cojones son para las ocasiones. Y el dinero se lo estarán saqueando con malas artes de trilero. Pero los cojones… Ay, los cojones…
Una pena que ahora, en este preciso instante, y mirando pa’ellos y pa’sus poltronas desde las que juegan al risk, sólo nos quede la V.
La del Vacío. La de la Vergïuenza.