La cultura de la tolerancia es un valor de condescendencia infinita, acervo de los hombres y mujeres cultos, y habitual en los seres humanos respetuosos con cuanto acontece en la sociedad, y a la vez, comprensivos frente a los desvaríos individuales y colectivos; transigentes en el cumplimiento de obligaciones; flexibles frente a los desafíos de la intolerancia, o la inexperiencia en las funciones laborales, o los anacronismos de la incoherencia asincrónica en las comunicaciones verbales o escritas, con el fin de violar los derechos fundamentales de la persona. Por ello mismo, la tolerancia es la paciencia absoluta de los hombres y mujeres de vastísimos conocimientos culturales, y capaces de usar el perdón en cualquier situación y en su mayor extensión sin ambigüedades, siempre procedente de la misericordia que Dios tiene de forma eterna con la obra de su semejanza, el ser humano. La indulgencia o tolerancia con los semejantes forma parte de la naturaleza divina, desconoce la venganza o el castigo; no sabe de mandatos rígidos, donde solo existe un camino; no entiende de la esclavitud o el condicionamiento de la libertad; no usa la amenaza para imponer su autoridad a los demás, sin embargo, tiene piedad y ternura con los errores que suceden en cada instante, con las flaquezas de las que es portador el género humano, con los miedos que invaden el espíritu, y suscita la tolerancia en la persona, indulgente valentía y entendimiento ante las torpezas humanas y sus travesuras, corrigiendo con infinita paciencia todo lo que se hace mal en el mundo. La tolerancia, forma parte de la redención haciendo uso de la comprensión en el amplio contexto del mundo familiar, laboral, político o religioso y frente a las cenizas de la postración y las desventuras humanas. La tolerancia es uno de los milagros de la paz y de la fraternidad entre las naciones, enfrentándose todos los días al inframundo del rigor y la obstinación de quienes pretenden desde un sentimiento de arrogancia postrar el mundo a sus pies. La tolerancia es reír y llorar con quienes nos necesitan; compartir penas y alegrías, triunfos y fracasos con quienes nos rodean, o solidarizarse el  primer mundo con el tercer mundo, principio y origen del amor del Altísimo.