José María Nieto Vigil

Sin Perdón

José María Nieto Vigil


Ampudia, sobran las palabras  

04/06/2021

Con sincero respeto a otras espléndidas villas y lugares de Palencia, acreedoras de admiración y exaltación, tengo una especial debilidad por Ampudia. Es difícil expresar con palabras el sentimiento que me envuelve cuando la visito. Una especie de acogimiento, cálido e íntimo, me hacen disfrutar de mis frecuentes reencuentros, cada vez más habituales. Me gusta gozar del agradable y solaz paseo por sus calles porticadas, hermosamente iluminadas con sus  farolillos que invitan al reposo y la añoranza  cuando se desvanece el día y cae la noche. Tranquilidad, sosiego, paz y ensimismamiento acompañan mis pasos por tan relajante y cautivador escenario. Supongo que tendrá que ver con ese bucólico y nostálgico deseo de calma y silencio del que carecemos los urbanitas, acostumbrados a un sin fin de ruidos estridentes y molestos que se entonan a cualquier hora del día en la gran ciudad.
Siento a Castilla, respiro castellanidad, percibo aromas de una historia distinguida, blasonada y defendida por su magnífico castillo, testigo y protagonista de tantos episodios memorables, aunque no exentos de combate y defensa. Frente a él, gentil y militar, se reivindica la enhiesta y elegante torre de la  iglesia colegiata de San Miguel, señorial y gallarda, en medio del caserío que la abraza con respeto y devoción. Pura filigrana gótico-renacentista labrada y cincelada en piedra. Sobresaliente por fuera, deslumbrante en su interior, se me antoja ilustre y hermosa. Por cierto, qué calle tan curiosa, por hermosa, me dirige a su encuentro. Calle Don Hueso es su nombre. 
 Muy cerca, en el atrio del antiguo convento de San Francisco, erigido por el duque de Lerma, se ubica el Museo de Arte Sacro, que atesora una recoleta e interesante colección. Tampoco puedo dejar de citar a su pretérito Hospital de Santa María de la Clemencia, reconvertido en Museo de la Medicina. 
No quisiera terminar mi sencillo homenaje a Ampudia sin mencionar a mi buen amigo, José María Atienza. Hombre comprometido  en dar bien de comer y promover la vida cultural de la villa. Tienes mi aplauso más que merecido.