José María Nieto Vigil

Sin Perdón

José María Nieto Vigil


Un buen servicio

14/10/2022

La experiencia vivida recientemente me obliga a escribir esta columna de manera inmediata, diría que casi urgente, sin esperar más.  Además,  el título que encabeza mis colaboraciones, Sin perdón, se presenta como sumamente oportuno para mi personal reflexión.
Hace unos días, en un afamado y conocido negocio de restauración de nuestra provincia, reputado y reconocido por ofrecer exquisitas y deliciosas viandas, situado a medio camino de Santander, fui testigo de un lamentable espectáculo, irritante y vergonzoso, de muy fea factura. Tanto es así, que he hecho el firme propósito de no volver a visitarlo durante una larga temporada. 
Por supuesto que importa el qué, el quién, el cuándo, el cómo y el dónde, pero prefiero ser prudente y discreto a la hora de acusar. Ustedes ya me entienden. Sin embargo, mi denuncia debe ser tenida en cuenta por parte de cuantos desarrollan un servicio cara al público, donde todos los detalles son relevantes. Y es que la imagen es importantísima en un negocio que se precie de dispensar un magnífico trato al cliente.
La escena es la siguiente: dos del mediodía de un domingo, un local repleto de público, una afamada cocina tradicional como reclamo, una terraza al completo y un comedor a pleno rendimiento que iniciaba su turno de comidas. Pues bien, el personal de barra, el de comedor y cocina, en lugar de mostrar su cara más amable, más hospitalaria y atenta, entre voces, blasfemias proclamadas a viva voz, exabruptos de todo tipo y falta de la más elemental educación, se dedicó a molestar, importunar e incomodar al sorprendido y desconcertado público allí congregado. Atónitos, estupefactos, asombrados y alucinados nos quedamos el improvisado público. La función representada fue, sencillamente, ignominiosa, lamentable y despreciable.
Un mal servicio ofrecido, como es el caso, puede arruinar un negocio. El consumidor –el cliente- debe ser atendido con esmero y mimo, elegancia y cercanía. De nada sirve un buen entorno, una suculenta cocina y un excelente producto si el precio que hay que pagar es el malestar, el desasosiego y la desazón. 

ARCHIVADO EN: Santander