Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Un abrazo, Amalio

02/11/2020

Cuando supe que estabas ascendiendo por una senda tan tortuosa y con tantísimos baches, tuve la esperanza de que retrocedieras a tiempo. Pero no. Tú, obstinado, y sobre todo, predestinado, llegaste a alcanzar esa cima en la que ya estás instalado. En ella, descansa en paz, Amalio. Sabes que te recordaré siempre con mucho cariño por haber formado parte activa de mis proyectos e iniciativas. Juntos hemos organizado certámenes literarios, charlas, tertulias, concursos de centros navideños, de cuentos, pintadas de murales... Logramos que en el salón de actos, don Julián, el médico, nos orientara sobre la salud; Felix Lagartos sobre la religión; Vicente Bázquez, y Teodoro Sacho ofrecieron conciertos musicales; Juanito y mis hermanos recitales poéticos, literarios, humorísticos... Nunca olvidaré aquellas tertulias en torno a una larga mesa de la Biblioteca Pública, donde el grupo compuesto por Nati Llorente, Pedro de Hoyos, Josefina Soler, Juanjo y Begoña, Concha Pérez, los hermanos Herrer, José Manuel Martínez, tú, yo... y más, y más, nos contamos mil cosas, intercambiamos opiniones, logramos tertulias muy amenas, alzamos una valla muy gruesa y con candado a la política, y dejamos paso franco a la cultura, el humor, el arte, y el comentario a los últimos acontecimientos locales. Todo aquello nos hace falta ahora, sobre todo en el caso acuciante que atravesamos donde la crispación es la nota dominante. Querido Amalio, tú sabes que necesitamos sonrisas que empapen lágrimas. Ya no estás. Y aquel tiempo tampoco. Pero siguieron otras etapas, y siguió el buen rollo entre nosotros. Y llegamos a la actual donde hemos publicado libros, hemos intercambiado opiniones, orientaciones, consejos, sugerencias, hemos madurado en todos los sentidos, tú convertido en la sensatez personificada; yo, a mí aire... La nostalgia es preciosa, querido Amalio, y resulta curioso comprobar que es una de las pocas cosas, o quizá la única, dentro de la cual, aún sufriendo, se disfruta enormemente. Y si la juntas con la soledad,ya ni te cuento. Tengo en proyecto un libro, ya no puedes encargarte de su trasiego, no sé cómo me las arreglaré teniendo en cuenta que en los anteriores tú me has puesto las cajas en casa. Aprovecha tu influencia, porque como todo lo que se decide ahí,en el lugar en que te encuentras, va a misa, procura lograr un permiso para cuidarme. ¡Cuídame mucho, majillo! Me quedo con nuestro último encuentro en la calle, en una mañana muy soleada. Nos contábamos nuestras cosas, y durante una de ellas, dije yo: «Es que en este pueblo no tengo familia, ni siquiera un primo lejano». Tú, con la seriedad que te caracteriza, respondiste en tono muy bajito y poniendo tu mano en mi hombro: «Y tú, ¿qué prefieres, un primo lejano, o un amigo cercano?. Me quedo con esa frase tuya, querido Amalio. Y tú quédate con un fuerte besazo MÍO.