Antonio Álamo

Antonio Álamo


Hoy

20/05/2021

Hoy jueves se presenta, salvo un imprevisto, el documento ‘España 2050: Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional a largo plazo’. Participan en él especialistas de diferentes áreas del conocimiento y, tal como se ha anunciado, será el primer paso de un proceso que en teoría tiene como objetivo último adecuar el país a las necesidades de un mundo en constante cambio. El documento y la intención deben ser bienvenidos porque en cierta medida responden a un inobjetable deseo humano de mejorar las condiciones de vida.
Tal afán fue reflejado de forma didáctica por Arnold J. Toynbee en uno de los tomos de Estudio de la historia, hace casi un siglo, cuando al hablar de los primeras poblaciones de África elucubraba sobre sus necesidades y las decisiones que pudieron tomar, acuciadas por las circunstancias cambiantes del entorno circundante. En el fondo su texto, y al margen de otras consideraciones, sigue siendo un ameno relato sobre la supervivencia, los retos de futuro y la disyuntiva entre aceptar el inmovilismo o buscar nuevos horizontes. Nada nuevo, como se ve. Y un parecido afán al descrito por Toynbee puede encontrarse en la teoría de juegos, cuyos fundamentos fueron expuestos en 1928 por John Newman para abordar modelos de predicción de comportamientos, de conocido uso en las relaciones internacionales.
A simple vista, el propósito de esta iniciativa parece formal y solo cabe esperar que tenga la utilidad que se le supone aunque es pronto para saberlo. De momento, la única novedad que ofrece es que antes de ser presentada en público ha recibido diatribas demoledoras, lo cual tampoco debe sorprender cuando prevalece la emoción sobre la razón. Curiosamente, la chispa que ha encendido la hoguera donde arde España 2050 la provocó precisamente su promotor, Iván Redondo, en un artículo publicado en El País este lunes.
¿Pudo evitarse? Pues sí. Por un lado sobraban en la mecha adornos del tipo «Nace algo nuevo. Hay señal frente al ruido» y ya nunca se sabrá si una presentación sin tanta alharaca hubiera recibido una atención diferente. Y por otro también sobraban las críticas viscerales a un proyecto cuyo contenido se desvela hoy. Casandra la troyana nunca tuvo tanto sentido de la anticipación.