Elisa Docio Herrero

A vuela pluma

Elisa Docio Herrero


Y mientras tanto… 

18/10/2020

Navegamos entre el temor y la impotencia ante una situación que no podemos controlar. Nos esforzamos por ser optimistas mientras con el rabillo del ojo vigilamos a quien se nos acerca con la mascarilla por debajo de la nariz o nos habla encima de la mesa de una terraza. Permanecemos quedos a la espera de vacuna o remedio, con la mirada fija en los investigadores que nos liberarán para poder seguir con lo nuestro, con nuestra libertad cotidiana de desplazarnos, de besarnos, de juntarnos… Adolescentes pobretes, cuanta limitación. Los tiempos de zozobra espolean la mente. A la crisis de salud se une la económica y por ende la social que amenaza con ser terrible. A nivel individual por la mente de cada uno de nosotros pasan multitud de escenarios que nunca nos habíamos imaginado. Si a menudo vivimos con un pie en el pasado y otro en el futuro, ahora eso es una constante. Ayer un ser querido estaba sano y hoy pelea en la UCI, lejos o cerca nos toca cada día. Prepararse para morir cuando llegue el momento es algo que no nos enseñan en Occidente, claro que tampoco nos enseñan a vivir ni a regular las emociones. Graves carencias de la educación. Tal vez sea el momento de planear más allá. Bronnie Ware, enfermera australiana que acompañaba a los terminales, condensó en su libro Los Cinco Arrepentimientos de los Moribundos las frases más repetidas que escuchaba de sus últimos lamentos: ojalá hubiera hecho lo que quería hacer y no lo que otros esperaban, ojalá no hubiera trabajado tanto y disfrutado, ojalá me hubiera atrevido a expresar mis sentimientos o mis deseos, habría querido volver a contactar con viejos amigos y me hubiera gustado ser más feliz, no tan duro conmigo. Hubiera, hubiera… Para evitarlo se me ocurre que debiéramos hacer este test al menos cada diez años, poner remedio y llegar al final con menos asignaturas pendientes. 
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