Víctor Corcoba

Algo más que palabras

Víctor Corcoba


Asistiendo de corazón

07/03/2023

El momento nos llama a comprometernos con la vida de la gente, a que nos conmovamos unos por otros, para tranquilizarnos de nuestros males; sobre todo de ese huracán destructivo del espacio cívico y democrático, o de esa posición incómoda de incertidumbre que nos está sustrayendo la seguridad. Tenemos que aprender a querernos y a respetarnos, empezando por nosotros mismos, repatriando vínculos para sentirnos familia y reintegrando la perseverancia de tender la mano y de destronar, de nuestro andar, el mirar hacia otra parte. Además, hemos de compartir aquello que nos reconduce hacia los despojados para fraternizarnos. Lo importante reside en no desfallecer para combatir el discurso de odio, que se ha hecho asiduo en nuestras vidas. Sin duda, hoy más que nunca, necesitamos purificar esas manifestaciones dañinas del tejido social, llamando a las cosas por su nombre, pero también con la compostura y la ternura precisa, asistiendo al dolor de las personas.
Tenemos que ejercitarnos a mirar con el corazón para poder entendernos y comprendernos. A mi juicio, esta es una batalla pendiente. Indudablemente, la sociedad como tal, ha de comprometerse con pleno respeto y protección de la vida humana, intensificando el cumplimiento de los derechos humanos y promoviendo también la solidaridad internacional entre todos los pueblos del orbe. El rostro humano debe estar presente en toda acción de desarrollo. No hay progreso, si todo se deshumaniza y nadie se compadece de nadie. En consecuencia, tenemos que rechazar esos vientos repugnantes y malignos, como son la corrupción y el soborno, el apropiamiento de fondos públicos y la dominación del frágil, la insensibilidad hacia el pobre y el impedido. Todo esto requiere un acercamiento compasivo y un decoro en los sentimientos, tanto los vertidos en la vida de hogar como en la del trabajo o en la cotidianidad, lo que nos exige desvivirnos por vivir unidos. Seguramente, si conociéramos el verdadero fondo de todo y no pecáramos de ignorancia, tendríamos consideración hasta de lo más insignificante. Únicamente este talante, unido a la armonización de los latidos conjuntos en favor del bien común, hará de nosotros un alma gozosa.