Juanma Terceño

El hecho gastronómico

Juanma Terceño


Laberintos y cuevas

28/10/2020

Recuerdo las sensaciones que me provocaba de niño el hecho de bajar a la Cueva de un restaurante. Siempre había una cierta inquietud, de la misma manera que bajar a la bodega de nuestros familiares, todos lo cerrateños sabrán bien a qué me refiero.
Por un lado, la sensación de cierto miedo, oscuridad, inestabilidad de angostas escaleras… y por otro el hecho de bajar a un sótano, donde no llega la luz natural ni hay vanos o ventanas que nos dejen ver la calle.
Hoy en día tengo una sensación parecida cuando visito restaurantes en mi labor comercial, generalmente en el centro o casco histórico de las grandes ciudades, y tengo que acceder por la entrada de portales adyacentes, por algún garaje o por detrás de éstos, atravesando de vez en cuando pequeños patios de luces, bajando y subiendo escaleras y entrando por puertecillas… tiene incluso su punto divertido.
Me llama mucho la atención este tipo de establecimientos en los que la imaginación del ser humano se ha combinado al máximo con la técnica, el pragmatismo y/o la funcionalidad para conseguir que esos espacios se puedan convertir en restaurantes. Y he tenido la suerte o desgracia de trabajar en algunos de ellos, como la Casa del Abad de Ampudia, en la que si un inspector de riesgos laborales nos hubiera visto cada vez que bajábamos a la bodega a por el vino… también el Hotel Hesperia Zubialde de Bilbao, en el que la cocina está 3 plantas por debajo de los salones de banquetes, o el Hotel Infantas de Madrid, también con cocina y cámaras en el sótano, muchas escaleras estrechas de servicio para llegar al primer piso donde está el comedor.
Otros que me llaman mucho la atención, también en el centro de Madrid, son La Ferretería, donde además de unas cuantas obras de arte la arquitectura ha diseñado con gusto unos espacios muy bien aprovechados en los sótanos, o el Palacio Cibeles, del mítico restaurador toledano Adolfo Muñoz, que también ha tenido que echarle imaginación y maestría para adaptar las últimas alturas y la azotea del hoy Ayuntamiento a un espacio con restaurante y terrazas.
En Palencia podemos jactarnos también de cuevas-restaurante, siendo Tariego y Dueñas donde tengo constancia de haber más ejemplos. ¡Cuidado con las escaleras al bajar!