Froilán de Lózar

La madeja

Froilán de Lózar


Amigo Félix

30/04/2021

El 14 de marzo de 1980, hace ahora 41 años, fallecía en Shaktoolik, Alaska, Félix Rodríguez de la Fuente. Tenía 52 años y era licenciado en medicina y hombre polifacético cuyas enseñanzas han perdurado a través del tiempo.
Un viaje a Poza de la Sal antes de la pandemia me ayudó a imaginar la niñez de un hombre asomado a aquel balcón de la Bureba y comprender que no es necesario vivir cien años para dejar un mensaje que se rifará el mundo, incluidas las controversias y los detractores, que en todas partes proliferan, tal vez para que su mensaje no se pierda en las enredaderas.
Si tu padre es notario, le gusta la lectura, aprovecha la luz especial que desprenden tantos pequeños pueblos burgaleses y te enseña con su ejemplo a amar la vida, ya tienes una ventana vital abierta al mundo, que ayudará a divulgar y defender tu estudio. Porque al margen de las desazones y los disgustos que a todos nos alcanzan, estimo que fue un hombre feliz en la defensa de aquel mundo. «¡Yo estaba prendado de sus alas! ¡Yo quería volverme pájaro!», dice ante las acrobacias de una pareja de águilas, manifiestos que se repetirán a menudo en sus trabajos y exposiciones. Su estudio y defensa del lobo llevó a la reflexión a mucha gente que hasta entonces formaban parte de quienes apoyaban su caza. Que hay gente que lo sigue apoyando, porque el lobo se come las ovejas, pues también, pero se ha evitado acabar con la especie, que es lo que Félix trataba de explicarnos, porque cuando desaparece una especie la hemos perdido para siempre.
Con El hombre y la Tierra, este gran comunicador nos lleva a la concienciación ecológica. «Me ha bastado pensar que la naturaleza pertenece a los niños para reanudar mi batalla encaminada a la conservación de la fauna». Ese fue su empeño y, en buena medida, ese fue su logro. Félix vivió como soñaba, agradeciendo a sus niñeras que le contaran para dormir una historia de lobos, arrullado por la seguridad de una casa en el páramo y el embeleso de un entorno al que estuvo tan unido, como él mismo definió, «una comunidad humana en convivencia armónica con los paisajes» que configuraron su universo zoomórfico.