Antonio Álamo

Antonio Álamo


Encono

02/03/2023

La concesión del premio Castilla y León de las Letras al escritor Fernando Sánchez Dragó no ha dejado indiferente a una parte de la sociedad desde el instante en que más que su obra lo que ha trascendido ha sido su color político, su afinidad con Vox y su vida personal. El hecho en sí resulta curioso porque una vez más sirve para caracterizar el momento actual y ahondar de paso en esa costumbre (como se dice por aquí) de mezclar churras con merinas. Salvo un error de apreciación, lo que se ha premiado es una trayectoria literaria y no una actitud ante la vida. No reconocer sus méritos en el campo de las letras o reconocerlos pero agregando una coletilla acerca de sus ideas políticas es aceptable pero puede que a algunos les parezca innoble.
Descalificaciones como la soportada por esta persona no conducen a lugar alguno porque en el fondo están sustentadas en un argumento puramente emocional, no se conocen otros. O tal vez no hay. De hecho prestar más atención a su catalogación ideológica y a su vinculación con Soria que a una de sus obras más emblemáticas (Gárgoris y Habidis) caracteriza muy bien a quienes lo sostienen. El caso de este hombre, vote a quien vote, no pasa de ser una muestra de un acaloramiento simplón con el que la mayoría de los líderes de opinión, de derechas e izquierdas por igual, valora y juzga cualquier acontecimiento que se produzca.
Eso sí, cuesta descifrar el porqué de tal práctica inquisitorial en pleno renacer. Samuel Huntington aludía a la inseguridad y la búsqueda de refugio mental en El Choque de civilizaciones y podría aplicarse en este caso, pero Elisabeth Noelle-Neumann fue más directa en un capítulo demoledor de 10 páginas (Vox pópuli, vox Dei) de su obra La espiral del silencio. Entre los nuestros quizá la opinión más divertida por certera la dejó Vicente Verdú en un texto sobre referentes morales. El poeta y periodista ilicitano dejó escrito que el hundimiento del Costa Concordia, tras la actuación surrealista del capitán y su posterior fuga, era casi una metáfora del naufragio de la condición actual de las personas. Podría aplicarse aquí aunque lo cierto es que no hundimos barcos (submarinos sí, el S-80), no es lo nuestro. A cambio crucificamos bastante bien.

ARCHIVADO EN: Vox, Soria, Castilla y León