Rafael Monje

DE SIETE EN SIETE

Rafael Monje

Periodista


Temporales a la carta

10/01/2021

Con el cambio de año, nos la prometíamos felices después de un 2020 fatídico y nefando, pero de nuevo la realidad supera a la ficción. Y a las pruebas nos remitimos con varios ejemplos que, aun sin tener ninguna conexión, ni mucho menos igual impacto, nos están dejando a todos tan helados como el temporal Filomena que congela estos días media España.
Como en el circo, en EE.UU. nos quedaba por ver el número más difícil todavía, un triple salto mortal sobre el alambre de la democracia instigado por el presidente saliente Donald Trump. Lo nunca visto en un país con 200 años de trayectoria democrática que durante el día de Reyes se convirtió en una república bananera, mostrando a todo el mundo las vergüenzas de una nación fragmentada y con las costuras rotas por la irresponsabilidad del todavía inquilino de la Casa Blanca. En política todo puede valer mientras no se traspase la sagrada línea de la legalidad y, lo malo, es el embate sin precedentes propiciado por un inefable presidente que ha optado por dejar su peor huella, la del populismo y la demagogia, tan dañinas para la estabilidad de esa y cualquier otra democracia del mundo.
Pero de vuelta al terruño, a Castilla y León, el año también empieza movidito en el ámbito de la política regional. Lo que sucede entre la lideresa de Ciudadanos, Inés Arrimadas, y el vicepresidente de la Junta, Francisco Igea, quien llegó al cargo por la cuota del partido naranja en el acuerdo de coalición, lo puede resumir francamente bien la frase del filósofo francés Jacques Derrida, cuando dijo aquello de que «la política es el sucio juego de la discriminación entre amigos y enemigos».
Desde la disputa del liderazgo del partido en las primarias que luego perdió el ínclito Igea, la indisimulada rivalidad ha ido in crescendo entre ambos dirigentes y podría hacer saltar por los aires la actual composición del Ejecutivo autonómico. Un gobierno sustentado por dos políticos inicialmente antagónicos, el propio Igea y el presidente Fernández Mañueco, pero que han sabido encontrar el punto de equilibrio para no hacer tambalear ninguna silla («sillita», que diría Arrimadas). Ambos tienen en común, además, la poca o ninguna empatía con sus respectivos jefes nacionales, dado que el presidente regional del PP y el líder nacional del partido, Pablo Casado, ahondan también en sus diferencias a las puertas de fijar las fechas de celebración de los nuevos congresos provinciales y autonómicos de la formación. Un proceso que ya ha generado purgas y cabreos en ambos lados y que amenaza con convertirse en un parto distócico.
Pero no quisiera olvidarme de Francisco Igea y sus declaraciones públicas en las que viene a decir que sería estúpido poner puertas al campo político, lo que ha desatado, interesadamente o no, un vendaval sobre su continuidad en Cs, su posible paso otro partido o, por qué no, a liderar uno nuevo de corte localista al estilo del surgido en Ávila. Y, como el suelo en política suele ser de mármol y, por tanto, resbala mucho, le doy hasta credibilidad a esas voces que ven en todo esto y, especialmente, en su conocido enfrentamiento con el alcalde de Valladolid, Óscar Puente, una laboriosa estrategia para encabezar una hipotética candidatura a la alcaldía pucelana. Aunque la incógnita a despejar sería saber por qué siglas políticas.
Mientras todo lo anterior va ocupando espacio en informativos y tertulias, no menos heladores son los datos de los nuevos contagios en lo que ya es, sin duda, la tercera ola del coronavirus. Y esto sí que es un sopapo anunciado en toda regla que nos cercena el incipiente optimismo con el que soñábamos para estos primeros meses del 2021. Así pues, cojan aire y mucho ánimo para lo que nos queda.