Julio César Izquierdo

Campos de Tierra

Julio César Izquierdo


Al lío

21/01/2023

Dice Tiburcio. Al lío de sujetarse fuerte para que no te lleve la corriente y pases de puente en puente como pretil que lleva el diablo. Al turrón no, porque engorda y ya no es tiempo, aunque la masa madre pide pan y no me llames perro. Al resguardo, para no pillar gripales que atasquen las motos por vender y jarabe de anís para afrontar un invierno que no se lo come el lobo. Sin caperucitas, sin cuentos, pero con los pies en el suelo, ejerciendo de huella sin carbono, vegetal y sin aditivos. Viviendo, mirando en breve y ligando en largo, como días que se abrazan a las horas legañosas de la mañana en su mandil de niebla y avefría migratoria. Sostenido, con la mano en el pecho y el puchero en el ímpetu del futuro, haciendo café de posibilidades y metáforas que se cuajan desde la solana del abuelo, con gorra y gancha, tejiendo redes para pescar en secano. Desatando, las longanizas de los canes y marcando el punto de salida, que parece el ídem de la marmota; vuelta la burra al trigo y otra vez el mismo cantar de los cantares. Ya no es tonadilla nueva. Es como el rumor que hace ojos de Guadiana para amanecer en el ocaso y saltarte, sin querer, la óptica sin prisma, con graduación y sin orla. Alegorías para viajar hacia las Candelas, tiempo de luz, recargable a velas, con un mar interior de intenciones que llevan tanta paz como descanso dejarán. Hilvanando pensamientos a través de los cristales que ya no son amarillos, aunque los matices de Lorca quieren reflejarse en el tejado de teja roma, nunca trémula. Con atisbos de labrar el alma a zancadas de barro y tomillo, infusión que remueve claves de fibra y papel de fumar sin tabaco ni picado. Inflando el ánimo al aire que nos ventila y al socarrón que nos entretiene, exento de taninos y cargado de razones que el corazón no entiende. Latidos, para ventrílocuos venosos que llevan la firma de la austeridad y nos conformamos con lo que llegue. Divagaciones de un viejo no mayor, que apunta hacia abajo para llegar a lo más alto. Su milano bonito se mueve en otros compases. Su arroz no se pasa y bota por encima. La calma hace rebeldías por el chaleco y el reloj de cadena. Sin ataduras, que ancha es Castilla, con sus astillas de quemar al calor de un resquemor atávico.

ARCHIVADO EN: La Solana, Roma, Lorca, Tabaco