José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


El espino blanco

10/04/2021

En este tiempo de Pascua, cuando todo florece es tiempo de esperanza e ilusión campesina de abril lluvias mil que evocan armonía e invitan a la  confianza y reflexión sobre la vida. Estos días de abril, cuando crecen en luz, es un tiempo que no se puede contar con minutos o segundos, sino como un olor indefinido que llega desde las ramas de los arbustos, como un sonido lejano, antes de reventar en flores, en cantos, en hojas. En el campo, la sencillez pascual la simboliza el espino albar. Es el paradigma de simple belleza y rusticidad, capaz de arraigar en torno a un berrueco y de unas inmaculadas flores de belleza natural que destacan en el horizonte de verdores en primavera. Los espinos blancos evocan de tal manera protección de infancia, por ser refugio de aves acosadas. 
 El espino blanco es un arbusto que florece en primavera, sus flores son las que le dan nombre, evidentemente son de color blanco, se reúnen en corimbos que desprenden una agradable fragancia. Es de hoja caduca, pierde su follaje en invierno. En agricultura, al tratarse de una especie con espinas y ramas cerradas, se ha utilizado como barrera natural para impedir el paso de personas o ganado a una finca privada. Se plantaba en el entorno de las viñas, como límite vegetal de esos pequeños terrenos de cepas, frutales y almendros. Y es que el fruto del espino, unas bayas de color rojo ovaladas, se denominan majuelo, al igual que decimos de una viña pequeña.
Pero lo verdaderamente importante del espino blanco son sus flores que esperan impacientes las chaparradas de abril. Éstas no sólo gozan de belleza, también tienen propiedades beneficiosas para la salud humana. Se sabe, desde la antigüedad, que la infusión de las flores está especialmente indicada en angina de pecho, arritmias e insuficiencia cardíaca. El espino blanco, era apreciado ancestralmente como planta de las palpitaciones y el nerviosismo, también sirve de alimento para diferentes especies de mariposas. Su modesta presencia recuerda el proverbio de Castilla: «Nadie es más que nadie», porque, por mucho que un hombre valga, nunca tendrá valor más alto que el de ser hombre.