Carmen Quintanilla Buey

Otra mirada

Carmen Quintanilla Buey


Cabecitas locas  

23/10/2020

        
Las situaciones de difícil solución, y tan testarudas que no dan su brazo a torcer, ni admiten consejos, no tienen más remedio que convertirse en redundantes, machaconas e incluso terribles. Algo así está ocurriendo con la que está dominando a un mundo al que ya se ha puesto por montera. Todos nos movemos dentro del intento de buscar remedios rápidos, mientras la tal situación nos está convirtiendo en robots que bailamos al son que nos tocan. Y las pobrecillas mentes, sin dejar de danzar dentro de su encerrona, se están convirtiendo en cabecitas locas. Por eso, en el espacio establecido entre mascarilla y mascarilla, siempre surge el mismo tema, y nacen las discusiones... la crispación... Por ejemplo, yo sugerí entre amigos que se tendrían que buscar atenuantes preventivos, ya que al haber más altas médicas que defunciones, no me parecía muy difícil encontrar algo así como muros de contención, que sin llegar a curar, sí que pudieran frenar algo el avance. Alguien dijo: Ya se está preparando la vacuna. Sí, respondí, pero lo mismo que las zanahorias son buenas para la vista... y el apio potencia sexualmente... tendrían que investigar nuestro sistema alimentario, porque a lo peor, en ese sentido no estamos haciendo bien las cosas. Nutricionistas... naturistas..... podrían involucrarse y aconsejar la forma de alimentarse en tiempos de pandemia. Pero toda mi idea cayó en saco roto, Ningún contertulio me tomó en serio. Por lo tanto pasé a otro tema dentro del mismo caso, y expuse: ¿Por qué si se nos aconseja ventilar tanto las casas no piensan que en ellas entra el mismo aire que respiramos en la calle? Alguien dijo: Es que al bicho le espanta la mascarilla. Y yo: Pero yo en casa no llevo mascarilla, y si el muy cabroncete, cabreado porque le atajan fuera, entra por mi ventana y arremete contra mí... Pero nada, tampoco en este caso obtuve aplauso. Me pongo mustia, y en vista del resultado que obtengo con mis opiniones, cualquier día alguien me dirá lo mismo que el Rey Juan Carlos le dijo a Hugo Chávez : ¡Por qué no te callas!. Menos mal, que ayer, hablando con una amiga, y machacando sobre lo mismo, le dije yo: Habrá que ir haciendo acopio de alimentos imperecederos, porque si tal como nos vienen diciendo van a cerrar fábricas, industrias, comercios... Y ella, que es un verdadero encanto, respondió: ¡Bueno, mujer, pero también seremos menos! Aquella mezcla de ingenuidad, dulzura, bondad y resignación, todo ello rociado con un gran chorro de humor negro, provocó en mí tantísima emoción, que si no me la comí a besos fue porque me lo impidió la mascarilla.