Carmen Arroyo

La Quinta

Carmen Arroyo


Nicolás. Memorias   

16/09/2021

Emotiva la dedicatoria de su libro: «Dedico mis Memorias a mis padres, Ángela y Severiano, que me dieron la vida; a los agustinos, por descubrir la amistad; a los palentinos, por enseñarme a ser pastor; a los bolivianos, por hacerme misionero». Agradece las ayudas recibidas para hacer realidad la fraternidad de ‘Hombres Nuevos’ en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, y enumera una larga lista de entidades solidarias que apoyaron su ilusión. Al final de ella agradece a la familia Laborde Muñoz su generoso mecenazgo.
Confieso que, desde que llegó a Palencia, este obispo, campechano y simpático, me cayó bien. Quizá porque su trato cordial con mi familia  nos ha permitido conocer su valía. Nombrado obispo por Pablo VI, fue pastor de la diócesis 13 años. Vivió en un piso modesto, frente a la parroquia de San Miguel, por el que pagaba renta. Ejerció su ministerio hasta el 4 de septiembre de 1991. Y tuvo la valentía de renunciar para ser misionero en un país donde los pobres necesitaban ayuda para paliar el hambre, salir del analfabetismo, disfrutar tiempo de ocio, aprender un oficio, trabajar. Todo lo necesario para que una persona camine con dignidad en la vida. Este gesto me hizo valorar su rica personalidad. Es un  hombre positivo que avanza de frente, sin miedo, capaz de mover corazones y acercar a su Obra a personas de todas las edades, que tienden su mano generosa para ayudar a que los pobres en Santa Cruz de la Sierra vivan mejor. Pienso que su ejemplo es el mejor detonante.
He leído el libro con interés y agrado. José Bono, en su magnífico prólogo, le agradece la suerte de haber adoptado a Sofía, niña acogida en el Centro de niños desnutridos Palencia, allá en Santa Cruz. «Nicolás es un hombre de ley, amable, trabajador, simpático. Un cristiano que se fía de Dios y se ríe de sí mismo. Un cura postconciliar antes del Concilio y un precursor a la europea de la Teología de la Liberación».
Las memorias se desarrollan en 21 capítulos. En cada uno su palabra llega clara, sencilla: «La España en que nací, la Bolivia en que vivo. El virus que cambió el mundo»… En el  capítulo 14 asegura que: «La sociedad, la Iglesia, tienen necesidad de los jóvenes y de los ancianos que aplican sabiduría a la vida» Un tema interesante y necesario. Me quedo con el capítulo 20, puro canto a la amistad: «Con el amigo la vida se ve de otra manera; he sido feliz y plenamente gratificado».