Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Bartender

16/07/2022

Quién no recuerda haber llegado a casa después de una intensa mañana de colegio, con el recreo ya en lejano olvido, las maquiavélicas preocupaciones de todo púber con el piloto rojo encendido y las fauces y la tripa con más hambre que el que padecía el pobre que se perdió en la isla, y, 'en entrando' al portal, el olor de la comida casera a punto de caramelo invadiendo las pituitarias como eterna tortura hasta el momento de sentarse a devorar como alimañas.
Quién no comienza a salivar ipsofactamante cuando uno de los secuaces de la pandilla espeta de manera súbita ese «¿por qué no vamos a la Meji a comer unas bravas?», y cada metro hasta la puerta se torna kilómetro y cada segundo, siglo.
Quién no ha contado los días desde el instante de la reserva hasta el momento de acudir a ese restaurante que se nos entrecejó, cocinando a fuego lentísimo una celebración especial, o los segundos para hincarle el diente a un steak tartar preparado in situ con el protocolo necesario del mismo, que se suda eterno por las ganas…
Cuando una experiencia es deseada hasta los tuétanos, la relación espacio-tiempo que vienen intentando demostrar las inteligencias más afiladas nuestra historia, se amplifica sin lógica científica alguna, elevando a la enésima potencia las ganas del desquite y elongando los límites del universo.
Las más reputadas universidades de la galaxia han aunado esfuerzos para desentrañar el extraordinario aumento de salivación y el exacerbado encrespamiento de las papilas gustativas producidos en el ser humano mientras observa cómo un bartender elabora un cóctel con todo el esmero y el buen hacer que requiere la profesión para el solaz de su disfrute. En ello andan…
Hace años ya que la coctelería forma parte de la más alta gastronomía y, como en todo el espectro de este ámbito, desde la más que ancestral necesidad de alimento hasta el hedonismo más 'en el candelabro', con fe notarial se puede afirmar que en un trago y en toda la ceremonia existente desde que se cruza el dintel de la puerta del local, puede existir toda una experiencia gastronómica líquida.
Observar cómo trabaja un mixólogo profesional es un deleite maravilloso y el trabajo que hay detrás para llegar a ese nivel de movimientos, sabores, texturas, servicio… es digno de alabanza y admiración.
Disfruten.