Toyi Marcos Sosa

Desde mi ventana

Toyi Marcos Sosa


Las meninas

14/02/2021

Obra maestra ejecutada en 1656 por Velázquez, de ella dicen los estudiosos que no sería tal si sus únicos valores fueran meramente los de un acertijo enrevesado. Las meninas, niñas en portugués, eran las jovencitas hijas de importantes personalidades que, en la familia de Felipe IV, estaban al servicio de la infanta Margarita. En el cuadro, en primer término y en el centro, la infanta está rodeada por los sirvientes que, a sus cinco años, le rinden pleitesía. María Agustina Sarmiento de Sotomayor se arrodilla ante la infanta y le ofrece agua que lleva en un búcaro. Isabel de Velasco, otra de las meninas, está en actitud de hacer una reverencia. Detrás de ésta, Marcela de Ulloa, viuda de Diego de Peralta, se encarga de vigilar hasta el más mínimo detalle de todas las doncellas que rodean a la infanta. Mari Bárbola y Nicolasito Pertusoto son la pareja de enanos, etc. Cada personaje del cuadro tiene su sitio en línea a las rígidas costumbres de aquellos tiempos. Todos representan un grupo de gran influencia y de extrema confianza para el propio rey, del que cuentan tuvo 46 hijos y solo dejó un heredero. Esta obra de Velázquez ha fascinado a muchos y el ejemplo más famoso es el retrato al óleo de 1882, de las hijas de Edward Darley Boit, que inspiró al artista norteamericano John Singer Sorgent.
Las meninas, hijas de gente de abolengo siempre al lado del poder, no quisiera que se me interpretara mal, pero el saber popular dice: «a la sombra del gitano, roba el aldeano». Antes y ahora, cuantos lo han ostentado, reyes, o plebeyos que lo alcanzaron, han deseado tener a su servicio meninas para el cuidado de su prole. Hay mucha lectura en ese retrato de Las meninas que, a simple vista, hasta a los más entendidos les cuesta  detectar, además de la que se esconde para los que no sabemos nada. Antaño, eran los reyes los que otorgaban honores, títulos, tierras…Hoy, son otros los que se rodean de sus afines y, con total descaro, otorgan cargos, chollos, favores y, si se tercia, territorios a cambio de pleitesía. Pero en cualquier caso, todos esos momios, corren a cargo de un adormecido pueblo, o sea, de las arcas públicas.