Jesús Mateo Pinilla

Para bien y para mal

Jesús Mateo Pinilla


Verdadera memoria histórica

22/11/2022

Cuando estuve casado con una colombiana y estaba en sus lares, si no se encontraba en casa me contestaba al teléfono un vecino que, con un comportamiento servil, prolongaba la conversación. Yo para cortar le decía: -Bueno amigo, venga, luego llamo. Y él harto, yendo de un lado a otro de la habitación, como loco, me decía: -Venga, sí, si yo voy. ¿Pero dónde quiere que vaya? Voy, pero ¿dónde? Le confundía mi modismo.
Con la memoria histórica pasa algo parejo. Sí, respetemos la memoria, pero qué memoria, la individual suya, la mía, la del vecino, porque hay tantas memorias como individuos. Dirán, no es la colectiva. Pero ¿qué historiador nos cuenta nuestra memoria colectiva? Porque depende de su visión ideológica. 
Sabina, el cantante, decía: «Fui de izquierdas, pero ahora no lo soy tanto, porque tengo ojos y vida». Entonces cuál es la memoria histórica la de antes, o la de ahora.
La más importante, la más cercana a la verdad, nos habla de ganadores y perdedores en el conflicto incivil y esa es la única realidad superada con la transición. El periodo al que hoy se vapulea desde la izquierda más radical, con interés en el conflicto. 
Realmente fue una cura de heridas que no es necesario ni conveniente reabrir constantemente. David Rieff, el analista político único hijo de Susan Sontag, la califica de pacto del olvido entre la izquierda y la derecha. Fue un acuerdo político esencial para construir el nuevo sistema: la democracia, para romper con el pasado de luchas, evitando los excesos del recuerdo y del olvido. Y para eso fue necesario el perdón.
¿Cómo podía olvidar un conocido zapatero palentino a su padre, cada vez que se encontraba con su asesino al ir a abrir la tienda a diario en la Calle Mayor? Solo lo hizo con el perdón, que nunca fue olvido. César Antonio Molina dice que la transición llegó con alas de reescritura y olvido.
La memoria ejercida por los que padecieron debe ser prevención contra el fanatismo, porque, como dice Teodorov, el analista político y lingüista amigo de Roland Barthes,: «El abuso de la memoria es la mentira». Las sociedades olvidan, nada permanece intacto e incólume.