Ilia Galán

Ilia Galán


Naturaleza

07/11/2022

O artificial, pues nuestro mundo lo vemos con gafas de sol y lo masticamos cocinado, no hay más que ver el clima y sus cambios, con el mes de octubre más caluroso de los últimos treinta y cinco años, muy lluvioso, que ya con Todos los santos, hemos pasado, celebrando a nuestros difuntos, orando por ellos, recordándoles, manteniéndolos con nosotros. Pero viene la oscuridad y el frescor del otoño, preludiando el cercano invierno, mientras se plantea que la capital pueda ser sede de la Agencia Espacial, compitiendo con León, Cebreros, Salamanca o Ávila... Buena cosa sería para atraer empleos, que también trabajarían en la Agencia de Inteligencia Artificial y, ya que la política mucho no da, ya que la inteligencia natural se nos embarulla y el clima nos dicen que va fatal, al menos las estrellas y otros planetas tal vez nos darán la solución que aquí no parecemos hallar, como los magos que fueron a ver al Mesías, y que celebramos como reyes, hallando en esos cielos oscuros la luz de la interior respuesta.
La naturaleza es lo que hemos ido desalojando del planeta y Palencia no es excepción a esta general destrucción. Lo que tenemos es sobre todo campo domesticado, controlado con plaguicidas y herbicidas, cultivos varios. Los árboles de los bosques fueron pelados y las montañas se desnudaron en muchos lados. Los osos que ahora matan en las cacerías o porque molestan interfieren con los seres humanos y no se arreglan sus conflictos, aunque nosotros no nos extinguiremos si no es con una guerra atómica en que rusos, chinos, coreanos e ingleses y norteamericanos hagan de nuestro clima y planeta algo sumamente inhóspito, si Dios no lo remedia y nos ilumina, que basta mirar el pasado para entender cómo las ambiciones ciegan incluso a los más listos. La paz es uno de los mayores bienes que disfrutamos. Sigámosla cultivando, mientras el clima permita cultivar y cultivarnos, mientras no llegue el fin del mundo y podamos evitar un cercano apocalipsis. La provincia palentina, como la de Burgos y tantas otras, goza de una paz que en muchos, demasiados lugares del mundo envidiarían. Pero sin naturaleza nos destruimos.