Javier San Segundo

Ajo, guindilla... y limón

Javier San Segundo


Disculpa (y II)

07/05/2022

Pero también debemos ser honestos, autocríticos y, en ocasiones, comprensivos. No todo chisteo ni toda voz un tono más elevada tienen que ocultar esa especie de conspiración desquiciacamareros que tendemos a generalizar y dar por sentada cuando se da la circunstancia de una llamada de atención que no sea el disculpa del título con una tímida y amigable voz aterciopelada que acaricie nuestros tímpanos como las sábanas de seda lo hacen en nuestros cuerpos desnudos con el primer rayo de sol y el último resueño remoloneando en el catre rascada de culete mediante. Me juego caña con bravas, croquetas, calamares, café, copa y puro a que, como clientes de, por ejemplo, una terraza o una barra de bar, todos hemos intentado pagar la cuenta o pedir otra ronda levantando la mano o lanzando al aire cualquier otro llamamiento o gesto de los habituales y el camarero venga para un lado, y luego para el otro, y vuelta para la barra y, ahora, a la otra punta de la terraza, y ni mirarnos… y se ha detenido el tiempo dando por siglos unos pocos minutos. Porque el que espera desespera. Aunque puede que, a veces, desesperemos demasiado rápido. Pues es que a nosotros, los camareros, y asumiendo el error de un descuido que, y es un secreto, puede ser adrede, nos ocurre una cosa extraña y que puede que algunos no entiendan, y es que somos humanos, y puede pasar que no demos abasto o tengamos una desatención fortuita por el motivo que fuere y demorarse es una determinada suerte de la lidia hostelera. Y hasta puede que en alguna suenen los clarines de aviso y todo. Y no debiera pasar, por supuesto. Y el error se asume, se interioriza y se enmienda con celeridad y actitud de resolución. Y, previo acto de contrición y autopenitencia, se intenta que no ocurra más. Pedir disculpas no es ser menos y dignifica al que lo hace. Y si hay que pedirlas, se piden. No se saca el pecho como un palomo y se levanta la barbilla como un mequetrefe anteponiendo ese orgullo tonto que afea a la persona. Por ello, comprensión pido a ambas partes. La una, porque puede que el cliente lleve un ratillo gordo de más intentando ser atendido. Y la otra, porque el que lleva la bandeja es de carne y hueso y de un padre y una madre. Como todo hijo de vecino.