José María Ruiz Ortega

Estampas rurales

José María Ruiz Ortega


Ferias y mercados

03/07/2021

En este tiempo de verano, con más habitantes ocasionales en el medio rural, la presencia animada de un día de mercado o feria envuelve a vecinos y comarcanos en una estampa festiva y animada. El hombre como ser social que es, siente la necesidad de participar y comunicarse con sus semejantes y establece cuantos medios, instrumentos y actividades adapta en beneficio de la colectividad. Los mercados y las ferias son, además de un acontecimiento popular, una fuente de transmisión de cultura, de conocimiento y se muestran como incidencia de extraordinaria importancia económica y social en cada lugar. 
Mercaderes, compradores, espectadores y ocasionales transeúntes se funden en un común encuentro y originan un bullicio animoso que se vive en cada plaza, calle o soportal. Es un mundo abreviado, verdadera expresión vital de comunicación mercantil, donde los vecinos asumen como un acontecimiento deseado, un desligarse del acontecer rutinario e implacable de los días. El mercado es un trasiego de gentes y un tráfico de mercancías totalmente heterogéneo: alimentos, hortalizas, leguminosas, utensilios domésticos, ropa, aperos, objetos de lujo, muebles o antigüedades, todo lo inimaginable se puede encontrar en algunos mercados tradicionales. Acompañados de toda esa liturgia de animación, oferta y algarabía pregonera, donde el productor y mercader se comunica con el consumidor en un escenario público de colorido y tenderetes donde se exhiben mercancías.  
La evolución de la técnica y los adelantos en la comunicación han dado origen a certámenes feriales especializados y exposiciones monográficas, en la búsqueda de cuotas de mercado para sus productos. Las compraventas online han dado al traste, no solo con el comercio tradicional y cercano, sino con la renuncia directa a los olores, sabores y resto de sentidos. Pero esas son otras ferias, lejos del ambiente de regateo en los mercados arcaicos y pintorescos de buhoneros, pícaros, charlatanes o sacamuelas. Pero, de una forma u otra, no podemos sustraernos del atractivo y la espectacular realidad de que, según Marshall  McLuhan, formamos parte de la «aldea global».