En su reciente publicación anual referente a la valoración del estado de salud emocional por comunidades autónomas, la compañía aseguradora AEGON en su V Estudio Salud y Vida, Castilla y León es el territorio que arroja la puntuación más baja y, además, empeora con respecto al mismo análisis del año anterior. Este informe testea la percepción del estado de salud, estilo de vida, hábitos y conductas relacionados con el bienestar emocional y social de la población en el último año. Por el contrario, Aragón presenta la puntuación más alta.

Lo anterior me lleva a realizar la primera de las reflexiones. De un lado, parece que somos incapaces de desprendernos de esa atávica visión que, supuestamente, nos caracteriza por ser ciudadanos serios, algo tristones y desaboridos. Vamos, lo que en términos coloquiales sería mostrar un carácter seco. De otro, que los estereotipos regionales en este país son el pan de cada día y años después, lo que supone un mantra difícil de deshacer. Porque, sencillamente, la vida evoluciona y las nuevas generaciones poco tienen que ver ya con las de otras décadas, haciendo inverosímil cualquier calificativo colectivo. Más bien, y aquí va una tercera reflexión, debemos reivindicar que nuestra reputación de serios es sinónimo de honestos y cumplidores de la palabra dada; que no somos desafiantes, sino respetuosos; y que también prodigamos la empatía y nos gusta la jarana cuando se tercia como al que más.

En el fondo no somos tan distintos a nuestros conciudadanos de otras comunidades y, por ello, me quedo con otro dato estadístico que refleja el susodicho estudio: casi tres de cada cuatro castellanos y leoneses se consideran felices. Y eso, convendrán conmigo, es lo verdaderamente importante en esta vida que nos toca vivir.