"En la política y en la vida, más amor y más palabras"

María Albilla (SPC)
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"En la política y en la vida, más amor y más palabras" - Foto: FERNANDO ANDRES PUERTO

Cada uno mira por sus respectivas ventanas mientras hablamos. Los rigores del confinamiento en fase 0.5 cuando se tiene esta charla, ya saben, pero la conversación surge fluida. Va de lo divino, de lo humano... pero, sobre todo, de lo más humano de todo, del amor. Porque Con el amor bastaba. Y esto es lo que cuenta Máximo Huerta en su novela, una fábula sobre la libertad y el amor, sobre la capacidad de liberarnos de las mochilas de la vida y el amor, sobre aprender a apreciar las rarezas de cada uno y el amor... Porque con el amor basta, en su historia y en a vida. Y tal vez también incluso en tiempos de confinamiento. 

¿Qué se siente teniendo ya en las librerías una fábula que gira en torno a la libertad en tiempos todavía de aislamiento?

Es una sensación rara. El hecho de no ver a los lectores, de no estar con los libreros, de no haber hecho una presentación de la novela... lo hace todo muy pasteurizado. Me hubiera encantado brindar, hacer una cena con amigos... Voy a echar de menos esas caras de las primeras lecturas, las dedicatorias de esos libros... pero como en la vida hay que acostumbrarse a todo, a esto también.

Elio tiene el poder de volar... cuando nosotros solo podemos volar con la imaginación desde la ventana de casa...

Hasta la portada es profética (un joven mirando el horizonte de una ciudad desde su balcón). Nunca me pude imaginar que el mundo se iba a encerrar en casa y pasarse los días mirando por la ventana y pensando que con el amor bastaba. Porque cuando te encuentras con la gente, todos te dicen las ganas que tienen de volver a ver a sus seres queridos, y eso es lo importante.

¿Echa de menos los abrazos?

Echo de menos los abrazos y me quedo paralizado cuando me encuentro por la calle con gente que conozco y no puedes hacer... ¡nada! ¡Esto nos convierte en robots! No, somos prudentes y hay que serlo, pero ese frenazo sin besos, abrazos o sin dar la mano es terrorífico.

¿El virus nos está robando una parte de nuestra identidad?

Pero volverá. El ser humano está acostumbrado a olvidar. Olvidar es importantísimo en la vida porque sin el olvido no sobreviviríamos a muchas cosas. Es fundamental. Y olvidaremos todo esto. Cuando todo esto pase será un recuerdo del pasado y estoy convencido de que volveremos a ser los mismos.

¿Y las cañas del sábado y el vermú de los domingos?

Echo de menos las cañas, el vermú, el vino de las siete de la tarde y, de hecho, pasear para mí ahora no tiene ningún sentido. Caminar sin rumbo no tiene sentido, me siento como un autómata por las calles. Me gusta pasear si luego me voy a sentar en un bar, si voy a entrar en una tienda o en el cine. Me recuerda a los trenes de cuando era niño, que solo daban vueltas y me aburrían, claro.

¿Cómo ha vivido esta terrible etapa que empezó el 14 de marzo?

Pintar acuarelas, leer y hacer llamadas de teléfono han sido mis tres pilares en este tiempo. He leído las columnas de libros estas que compras y nunca tienes tiempo de leer y luego incluso he releído títulos que me gustaron en su día, como El gran Gatsby, Moby Dick, he vuelto a Martín Gaite, algo de literatura en francés... Y también he escrito mucho. Me lo impuse como oficio, como parte de mi rutina y he empezado una nueva novela. Ha sido una evasión importantísima.

Y gracias a sus acuarelas se ha preparado un jardín en casa. ¿Esta afición por la pintura viene de atrás?

He mostrado ahora mis acuarelas porque en este tiempo todos nos hemos mostrado más en las redes sociales porque era nuestra única ventana, pero yo pinto desde niño. Entonces ya iba al taller de un pintor de mi pueblo (Utiel, Valencia). Mi madre estudió Bellas Artes y yo pinto por genética materna, solo que no lo había mostrado.

Siempre que viajo hago cuadernos viaje en los que anoto, escribo y dibujo y me parece que es el mejor recuerdo que puedo tener. Ahora como mi viaje era mi casa me he hecho un jardín porque me ha dado por pintar flores. Pintar ha sido mi yoga. Me relaja y no pienso y no pensar cuenta como felicidad.

¿Ha encontrado algo nuevo en su interior entre tanta soledad?

No creo en la épica de estas situaciones. Como le decía antes, creo que esto acabará siendo un recuerdo. En cualquier caso, no, no he descubierto nada, yo creo que ya me conocía bastante bien de antes. Quizá me he sorprendido cocinando más, pero ha sido por pura necesidad. Yo ya sé a quienes quería, ya sé qué era lo importante en la vida y el valor de las pequeñas cosas, así que no necesito una pandemia para descubrir que lo importante en la vida es el amor y la gente que te rodea.

De hecho, a mí hasta me fastidia un poco que nos digan tantas veces que vamos a salir reforzados de esto, con la que está cayendo...

A mí me parece cursi. Vamos a salir igual. Que luego seamos más respetuosos con la cultura porque nos ha entretenido... igual; más conscientes de la importancia de la Sanidad, seguramente. Pero somos los mismos y los malos seguirán siendo malos y los buenos, buenos.

Durante este parón recibió una mala noticia como fue que TVE eliminaba de la parrilla su matinal A partir de hoy. ¿Cómo lo encajó?

Fue inesperado. Lo quitaron para meter avances informativos y a mí me extrañaba que no nos dijeran nada... pero me sabe mal por el equipo, que se fue con un ERTE a casa y esas más de 35 familias se han ido, como tantos españoles, al paro. Y me sabe mal porque era un gran programa que había ido subiendo día a día, que aportaba invitados, cultura, entretenimiento, evasión...

El otro día le escuché decir que le dan miedo los titulares y que desde hacía tiempo iba «a medio gas». ¿Tanto le han sorprendido/herido/traicionado?

Perro no come perro, pero los periodistas sí. Somos voraces con el resto de periodistas. No hablo de traición, hablo de velocidad, de prisas y de clics. Nosotros mismos estamos matando al periodismo y el día que nos demos cuenta se habrá acabado. Deberíamos ser más críticos con nosotros mismos.

Esta novela la escribió tras el tsunami personal que supuso su nombramiento y posterior cese como ministro de Cultura. ¿Le ha servido para reconciliarse con el mundo?

Nuestro paso por el mundo es limitado y la vida es corta, así que un escritor tiene que aprovechar todas sus experiencias. Este libro es un período de entreguerras, la mía personal y este episodio mundial de dolor. Construir una novela es beber de todo lo que has visto, leído, vivido, escuchado... y es un refugio. Por eso para mí esta novela es un paréntesis de felicidad porque es un elogio a la vida, a la amistad, al amor, y he disfrutado muchísimo escribiéndola.

¿Guarda rencor por lo que sucedió en su breve paso por la política?

No soy nada rencoroso, pero sí que soy memorioso, como dicen los argentinos. Hay un encanto en el olvido que lo hace inexplicablemente deseable. Los hechos pueden ser tercos, pero la vida luego tiene, debe, ser flexible.

¿Cree que fueron injustos con usted?

Sí claro. Lo que creo es que se utilizaron varas de medir que no se usaron igualmente después. Se jugó. Aquello sirvió como puching ball y fue hasta divertido para muchos.

¡Si cuatro días después, no voy a dar nombres -Nadia Calviño, Pedro Duque, en fin...- pasó lo mismo! Pero los periodistas ya habían gastado su espada y daba igual. A otra cosa.

Yo le veía con más charm que su sucesor (José Guirao)...

Y que todos los demás que vengan, te lo digo. Yo hubiera disfrutado tanto como Carmen Alborch, que era una gran amiga, porque valoro la cultura y consumo cultura. Y tenías que ver qué currículos hay... A mí se me acusó hasta de que no hacía deporte. ¡Ni que el que está ahora (José Manuel Rodríguez Uribes) fuera maraton man.

Hombre, un poco de rencor...

Que no lo guardo, de verdad... Afortunadamente soy alguien con muy buen sentido del humor, pero no soy tonto. Memoria tengo. El futuro no existe, el presente es ingrato y el pasado es lo único que tenemos. Yo sé mirar atrás con melancolía, que es con una media sonrisa, pero no con tristeza.

¿Cómo se va a tener que cuidar a la cultura después de estar sin aliento tantos meses?

Con empatía, con mucha empatía y ser agradecidos con quienes nos han entretenido todos estos días. Hay que ser generosos con ellos porque van a ser los últimos en recuperarse. Se merecen que seamos generosos porque durante todo este tiempo de tedio y de aburrimiento hemos visto series y leído libros, hemos puesto música... Hay que ser empáticos desde el Ministerio, pero también nosotros mismos a través del consumo.

Detrás de la historia de esta novela está la defensa de lo diferente frente a lo normal. ¿Se nos olvida el valor de lo genuino?

Desde niños intentamos pertenecer a un grupo. Nos vestimos con las mismas camisetas, las mismas zapatillas y crecemos intentado disimularnos. En esta novela reivindico el valor de lo diferente frente a lo que muchos consideran normal, que a mí me parece un aburrimiento. Todos somos especiales y genuinos y esto se aprecia en la mirada de los otros.

No hay que avanzar mucho en la novela para leer que con el amor bastaba. ¿Es para usted el antídoto para las hieles de la vida?

Es la única vía de salvación ante los desencuentros; en la política y en la vida, más amor y más palabras.

Le dedica el libro a su madre. ¿Qué va a hacer cuando la vea?

Comer juntos, que me encanta y disfrutarnos cara a cara. Verla y, si se puede, achucharla, pero hay que ser muy prudentes.

 

Elio Ícaro, el protagonista, tiene un don que es el de poder volar. Imagínese que usted pudiera elegir tener un superpoder...

Sería el mismo. Volar. Ese y saber hablar todos los idiomas del mundo. Bien. Volar es sinónimo de libertad y, además, así acorto distancias. 

Usted también se sentía un niño raro cuando era chaval. ¿Se ve en el protagonista?

El pequeño Maxi era un niño de libros, de pintura y de escritura. No he cambiado tanto. Tenía asma y en los 70 era otro mundo. La rareza estaba en que la ficción estallaba en mi cabeza. Tenía una imaginación excesiva y, de hecho, mis fantasmas de niño son mis amigos en la madurez.

Los simbolismos llenan estas páginas y también los mitos.

Me parecía clave para hablar de libertad la figura de Elio, que con hache te hace volar; el hermano, Arístides, el mejor, el que ayuda; y los padres, Sol y Dédalo, que son las figuras claves en el mito de Ícaro. 

Yo creo mucho en el lenguaje oral y esa novela está escrita para ser leída en voz alta para que se cuente como un cuento. Tanto el padre como la madre hacen lo que creen que es mejor para su hijo. El padre, cortarle las alas para que no pueda volar. La madre, animarle a que lo haga. Y en esa pelea de los padres está la vida del niño.

Y como moraleja, esa necesidad que tenemos todos de quitarnos los plomos de las piernas que nos impiden avanzar.

En realidad, todos somos un poco el protagonista de esta fábula porque todos tenemos que quitarnos mochila y el plomo de las piernas porque así seremos más ligeros y más felices sin prejuicios, sin pesos y sin máscaras.