La herida que no deja de sangrar

Leticia Ortiz (SPC)
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El optimismo de Ciudadanos tras la convención de julio se diluye ante las nuevas desbandadas de dirigentes en varias autonomías

La herida que no deja de sangrar

Julio llenó de optimismo a Ciudadanos. Aire fresco para superar y olvidar el terremoto de Murcia, que tuvo una réplica inesperada y durísima para sus intereses en Madrid, las espantadas de Granada y Jaén que les sacó de ambos ayuntamientos, el adiós de cargos y militantes que poco tardaron en echarse en brazos del PP... Todo quedó enterrado, o al menos así lo pareció, en la convención en la que miraron al pasado para tener futuro, es decir, se aferraron a aquellos valores fundacionales que les llevaron a ser, junto a Podemos, la gran sorpresa del tablero político español. Se respiraba ilusión en el cónclave en el que Inés Arrimadas, aferrada al liberalismo para alejarse de la derecha, animó a los suyos a no rendirse. Pero el verano pasó y el otoño rebajó el entusiasmo. La herida no estaba cerrada y ha vuelto a sangrar. Baleares, Asturias y Aragón son un polvorín para los naranjas que reviven la pesadilla que creían acabada. Desde la moción de censura en Murcia de abril, que además no salió como PSOE y Cs esperaban puesto que el popular Fernando López Miras mantuvo el poder, alrededor de 175 dirigentes han dejado la formación que nació hace tres lustros en Cataluña.

Después de la guerra interna en el grupo parlamentario insular, que acabó con la expulsión de Maxo Benalal, la fuga de militantes en Baleares ha sido una constante en las últimas semanas, sobre todo a nivel municipal. Concejales de municipios como Palma, Calvià, Sóller o Llucmajor han abandonado el partido por su «falta de afinidad» con el giro que ha tomado el proyecto naranja en este territorio. Según alegan, el grupo parlamentario se dedica a «hacer seguidismo al PSOE de Francina Armengol en numerosas iniciativas y propuestas que son contrarias a los valores y principios liberales».

La situación en Asturias no es mucho mejor para la formación de Arrimadas. Precisamente a la líder  nacional han acudido dos diputados de la Junta General, Laura Pérez Macho y Armando Fernández Bartolomé, para reclamarle que intervenga «de forma inmediata» en la dirección regional «para desactivar una operación centrada en descapitalizar y rendir nuestro partido». Y es que, según denuncian, como ya ha ocurrido en otras regiones, el exsecretario nacional de Organización de los naranjas Francisco Hervías, que trabaja ahora junto al número dos de los populares, Teodoro García Egea, está maniobrando para integrar a Ciudadanos -o a sus miembros- en las listas del PP, de cara a unos posibles comicios autonómicos que, en principio, están fijados para 2023.

 Mientras, en Aragón, la rebelión también es ya una realidad. Todas las miradas se dirigen hacia Daniel Pérez Calvo, líder autonómico y número cuatro del partido a nivel nacional, a raíz de las informaciones que apuntan que habría ocultado en su declaración de bienes en las Cortes regionales que había cobrado un salario de Cs en 2019 y percibido dietas. Las juntas directivas de las tres agrupaciones en Zaragoza (que aglutinan al 60 por ciento de los afiliados naranjas en estos territorios) han presentado esta semana su dimisión. Alegan en su adiós falta de transparencia de la dirección y ausencia de respuestas a las «inquietudes» de los militantes a los que representan.

 

Bajas por toda España

En más regiones se está produciendo esta fuga de cargos de Cs. El pasado 18 de octubre se conocía la de Alfredo Gómez, concejal en el Ayuntamiento de La Laguna, que decidió darse de baja tras acusar al partido de ponerle «trabas» en su lucha activa contra la corrupción.

En septiembre también se hizo pública la decisión de dos concejales naranjas en el Ayuntamiento de Logroño de abandonar la fuerza liberal y salir del grupo municipal para pasar a ser ediles no adscritos debido, según remarcaron, a que Arrimadas «prima las estrategias que marcan la política nacional por encima de los verdaderos intereses de la ciudad».

La paradoja del centro

«Resistir es vencer», señalan mientras desde las filas de Ciudadanos. La cuestión es si el partido liberal resistirá lo suficiente para aguantar en el tablero político o si por el contrario seguirá el camino de otras formaciones que en España intentaron hacerse con un espacio que aún permanece vacío: el centro. Sorprende, precisamente, ese agujero negro en el que se ha convertido el centro político en el país desde que se instauró la democracia, tragándose todos los intentos por colocarse ahí. Basta con recordar las aventuras fallidas de Adolfo Suárez que acabaron por desaparecer pese al carisma de su líder. Y todo en una nación que, según las encuestas, huye ideológicamente de los extremos para situarse, justamente, en los alrededores del centro, aunque con cierta tendencia a la izquierda muy moderada, lo que en el resto de Europa entenderían como socialdemocracia.

Arrimadas ha intentado eso, volver al espacio intermedio del arco ideológico, con acercamientos puntuales al PSOE de Pedro Sánchez -que a su vez se ha escorado más a la izquierda para tratar de llevar a Podemos a la irrelevancia-. De esta manera, la líder naranja separaba su hoja de ruta de la de su antecesor, un Albert Rivera que acabó su liderazgo muy cerca del PP y, sobre todo, renegando de Sánchez. Una jugada -la de no apoyar al socialista para su investidura tras las elecciones de abril de 2019- que le salió muy mal al catalán que pasó de un resultado histórico, 59 escaños, a los 10 que provocaron el inicio de la crisis que aún no se ha cerrado. 

Durante unos días en julio, coincidiendo con el cónclave de la ilusión, pareció que Arrimadas había dado con la tecla. La herida se taponó por momentos y, ante una situación política más polarizada que nunca, con Vox y Podemos tirando desde los extremos para acercar a PP y PSOE, Ciudadanos pareció encontrar de nuevo su hueco. Pero fue un espejismo. La sangre, entendida como la fuga de dirigentes y militantes, vuelve a brotar.