El levantamiento de Dueñas

José María Nieto Vigil
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/ Palencia durante la Guerra de las Comunidades

El levantamiento de Dueñas

A finales de agosto de 1520 el Reino de Castilla se encontraba revuelto y envuelto en una guerra civil, la Guerra de Las Comunidades. Como una mancha de aceite, el movimiento comunero se había extendido por Tierra de Campos. Malos presagios y peores augurios amenazaban la autoridad del ausente monarca, ya proclamado y jurado como soberano Carlos I. El 20 de mayo, desde el puerto de La Coruña, el joven, bisoño y futuro emperador –todavía in pectore-  del Sacro Imperio Romano Germánico, se había embarcado rumbo a Alemania para cumplir su sueño imperial, su principal preocupación regia, amén del pago del necesario soborno de los siete príncipes alemanes electores. Apenas había permanecido veintiocho  meses en sus reinos peninsulares. Dejaba tras de sí un conflicto que iría acrecentándose conforme transcurría el tiempo. En su ausencia, para mayor hilaridad del pueblo castellano, dejaba como regente a su amigo, consejero, inquisidor general, obispo de Tortosa y antaño preceptor, Adriano de Utrecht.

Con rechazo había sido recibido y con una rebelión en ciernes había sido despedido, una vez concluidas las sesiones de las Cortes de Santiago y de La Coruña. Su paso por España había sembrado un enorme descontento por su voracidad recaudatoria, en forma del pago de un tributo extraordinario, el servicio, que venía a agravar una presión fiscal insufrible para sus súbditos. No menos imprudente y contestado fue el nombramiento de altos cargos de la administración, para mejor disfrute particular de ellos, ajenos al interés del bien común,  que recaían en los extranjeros de su corte borgoñona. Tampoco hay que olvidar el desprecio hacia su madre, Juana I de Castilla, que seguía recluida en su palacio-prisión de Tordesillas.

La sublevación, ya en aquel mes de agosto, había tomado carta de naturaleza en todas sus vertientes. En la política, con la organización en torno a la Santa Junta, que ya había redactado y promulgado, en Ávila, la llamada Ley perpetua, auténtico programa político del movimiento comunero. En lo militar, el campo de batalla ya se había teñido de sangre en numerosas ocasiones, en las que la victoria estaba del lado de los sediciosos. Económicamente, sin recato, la recaudación de tributos a la corona había sido apropiada por la Comunidad. Las cosas pintaban mal para los intereses de los realistas. La nobleza española, todavía de perfil, observaba la iniciativa comunera.

El levantamiento de DueñasEl levantamiento de DueñasAsí pues, a comienzos del mes de septiembre, el escenario era el siguiente. El cardenal Adriano buscaba refugio en Medina de Rioseco, lugar de dominio del III almirante de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco; Valladolid, Salamanca, León, Soria, Segovia, Zamora, Ávila y Medina del Campo ya eran comuneras; en Tordesillas, la reina Juana era liberada de su cautiverio por los comuneros, tras su toma y posesión; en Burgos, la situación era inestable, pero todavía conservaba su poder el IV condestable de Castilla, Fadrique Enríquez de Velasco, no sin grandes dificultades, manteniendo su lealtad al rey. Palencia, que no estaba representada en las Cortes castellanas, al ser lugar de señorío eclesiástico, empezaba a dar inequívocas señales de su adhesión al levantamiento. Su obispo titular era Juan Fernández de Velasco, a quien sustituiría tras su fallecimiento, Pedro Ruiz de la Mota, hombre de confianza del emperador. Valladolid influía decisivamente para sumar a Palencia a su causa.

Con el levantamiento de Dueñas, a comienzos de septiembre de 1520,  se daba inicio a una serie de capítulos de protestas antiseñoriales  que, con el discurrir de los acontecimientos, se transformarían en focos partidarios de la Comunidad.

CONDES DE BUENDÍA. Era Juan de Acuña Enríquez (1489-1528), junto a su esposa, María López de Padilla, el III conde de Buendía, residente en su palacio de Dueñas, convertido en cabeza de sus diversos estados señoriales por la importancia geoestratégica del lugar, al ser enclave situado en el Camino Real que comunicaba Valladolid con Burgos y ésta, con el norte de Europa. El condado de Buendía comprendía, entre otros señoríos, los palentinos de Dueñas, Tariego, Cubillas de Cerrato y Castrillo de Onielo. Sus orígenes se remontan a 1465, cuando el infante Don Alfonso, el Inocente, hermano de Isabel I, concedió el título nobiliario, el único que otorgaría en su corto reinado ((1465-1468). 

El levantamiento de DueñasEl levantamiento de DueñasLamentablemente, una vez más, la desaparición de su palacio eldanense es otra pérdida irreparable para el estudio de la historia. Una auténtica joya de estilo gótico-mudéjar que, tras siglos de cambios de titularidad, arrendamientos  y sucesivas compras, fue declarado en ruina en 1998.  En 2010, se produjo su hundimiento, conservándose parte de sus fachadas. En 2019, pasaría a manos del Ayuntamiento una vez comprado a los herederos de Juan Manuel González Serna, presidente del Grupo Siro. Ya no había solución, restauración ni alternativa inmobiliaria que promover en el solar. Su triste final era el de ampliar el espacio público y dotacional del casco urbano. 

Distinguidas casas nobiliarias han sido sus titulares con posterioridad. Condes de Santa Gadea, duques de Lerma, Uceda y Medinacelli, así como diversos arrendadores entre los que se encontraban familias de la localidad, como es el caso de Tomás de Cuadros y sus descendientes. El edificio -qué pena de pérdida- ha sido lugar de paso obligado de reyes, infantes, grandes señores  y notables del Reino de Castilla y de Aragón. Fue sede real, durante unos días, de Enrique IV de Castilla; también acogió a Fernando II de Aragón antes de su casamiento con Isabel I; en 1506, Germana de Foix –casada en segundas nupcias con Fernando el Católico por el tratado de Blois- celebró su misa de velaciones en Santa María de la Asunción, residiendo en el palacio de Juan de Acuña. 

Posteriormente, durante la Guerra de las Comunidades,  tuvo un protagonismo notable, dado que se convertiría en el cuartel general de Antonio Osorio de Acuña, obispo de Zamora, el obispo comunero que asoló tierras palentinas durante sus exitosas campañas (diciembre de 1520-enero de 1521).

El levantamiento de DueñasEl levantamiento de DueñasSobre el  III conde de Buendía, cabe señalar que, a diferencia de otros ilustres nobles, su intervención en la contienda fue marginal. No participó en la batalla de Villalar y se mantendría en un discreto segundo plano. No se trataba de una posición adoptada contraria al rey, más al contrario, la lealtad de su Casa era incuestionable. La razón hay que encontrarla en su situación personal, había sido apartado de la corte a consecuencia de su salud mental. Según los estudios efectuados, padecía de una esquizofrenia. Su gran preocupación se centró en alcanzar ventajosas políticas matrimoniales, tanto de él, como de su hija, Catalina de Acuña.

La fantástica iglesia de Santa María de la Asunción, de espectacular retablo y magníficas esculturas, acoge el panteón familiar de los condes de Buendía. Allí se encuentra, del lado del Evangelio, el sepulcro del primer conde, Pedro de Acuña. También acoge el eterno descanso de otros descendientes de tan digno y distinguido condado de la corona de Castilla.

LEVANTAMIENTO DE DUEÑAS. Los sucesos se sitúan el 1 de septiembre de 1519.  Pero conviene señalar que el levantamiento popular contra el conde de Buendía no fue promovido por los comuneros, aunque posteriormente evolucionaran los de Dueñas hacia la causa de la Junta. El contexto prebélico era verdaderamente desalentador. Con una economía basada en una agricultura de secano (trigo, cebada y avena), aquejada desde hacía tiempo por la escasez de precipitaciones, dando lugar a una pertinaz sequía, con escasa alternativa que no fuese basada en una pequeña producción textil de la lana, la situación era sencillamente angustiosa. En lo fiscal, se vivía con pavor la nueva tributación extraordinaria exigida en las Cortes de Valladolid, el servicio, así como la posibilidad de suprimir el encabezamiento, beneficiando a sus arrendatarios.

El levantamiento de DueñasEl levantamiento de DueñasConcretando, una suma de factores se producen en el momento del estallido del levantamiento de Dueñas: presión fiscal creciente; abusos del Conde de Buendía; un debilitamiento del poder real que permite las reivindicaciones del pueblo; el deseo popular de volver a ser lugar real; o los sermones desde los púlpitos que invitan a la sublevación, van configurando el levantamiento eldanense.

Inicialmente, para evitar el conflicto con una nobleza preocupada por la evolución política de la revuelta comunera, la Junta se mantuvo al margen. Tan solo, a la espera de nuevas indicaciones, mantuvo a los nuevos magistrados municipales designados por los sublevados. En septiembre, la Comunidad se encontraba molesta, incómoda y sorprendida por los graves sucesos acaecidos. No dudó en criticarlos.

Se hallaba ante una disyuntiva: no podía oponerse a la corriente popular que triunfaba en lugares como Dueñas, Olmedo, Madrigal o Arévalo, pero por otra parte, no quería ganarse la enemistad de los señores dejándolos desprotegidos. Este difícil equilibrio finalmente caería a favor de las protestas antiseñoriales, lo cual supondría el definitivo distanciamiento de la nobleza que, al menos en un principio, mantuvo una postura discretamente neutral, dado que las reclamaciones del movimiento comunero eran contra el rey.  No podemos, en justeza y prudencia histórica, considerar a la Comunidad sublevada como causante de los acontecimientos vividos en Dueñas, aunque enmarcados dentro del contexto histórico de la guerra declarada.

El levantamiento de DueñasEl levantamiento de DueñasNo obstante, su vinculación con la Junta se produjo con rapidez y Dueñas tendrá un protagonismo en la historia de la Guerra de las Comunidades incontestable, pero posterior a la sublevación apuntada a comienzos de septiembre de 1519.

Las posturas eran tan contradictorias, entre conde y sublevados, que Juan de Acuña elevó su protesta a la Junta por los sucesos acaecidos en su señorío, paradójicamente, los sublevados escribieron al regente, Adriano de Utrecht, para solicitar que Dueñas se reintegrara en el patrimonio real, para así escapar de las exigencias del conde. El mundo al revés. Los sublevados pidiendo amparo a hombre del rey, el conde solicitando protección y justicia a los comuneros.

Finalizada la contienda -esto corrobora lo señalado- los principales cabecillas del levantamiento no fueron acusados por haber cometido el delito de Lesa Majestad, como en el caso de los comuneros, es decir, de atentar contra la autoridad real. Su acusación la ejerció el conde de Buendía, de manera que se les juzgó por delitos cometidos contra su señor. De hecho, no figuraron en la relación de los excluidos del Perdón General (1 de noviembre de 1522). Las penas impuestas fueron poco severas: Diego de Palencia (condenado a no residir en la villa de Dueñas); Alonso de Dueñas (absuelto de todo cargo) y de Pedro Niño y su hijo, Rodrigo, se sabe que fueron apresados y trasladados a Burgos, sin embargo no se conoce la suerte que tuvieron.  Se distinguieron como fervientes comuneros que participaron en la campaña del obispo Acuña por Tierra de Campos. Se tiene constancia de su presencia en la toma de la fortaleza de Fuentes de Valdepero y en el ataque al castillo de Magaz. 

Tampoco aparecen en la lista de condenados del Edicto de Worms (17 de diciembre de 1520) y proclamado en Burgos el 16 de febrero de 1521. En este documento se señalaba culpables, por delito de traición, a doscientos sesenta comuneros. Treinta y cuatro de ellos procedentes de tierras palentinas. Una cifra verdaderamente numerosa  que revela la importancia de Palencia como capital del Movimiento Comunero en Tierra de Campos. Les aseguro que alguno de los señalados cometió menos  excesos que los que he podido conocer de los perpetrados por la familia Niño.

SUCESOS. Ya era de noche, cuando aquel sábado primero de septiembre, un grupo de airados eldanenses, armados con escopetas y picas, se dirigía al palacio condal, con antorchas en mano y fuerte vocerío. Al frente de la turba se encontraba Pedro Niño, criado al servicio de Juan de Acuña, que en aquellos momentos se encontraba acostado. No obstante, el conde, que ya tenía claro que podría haber disturbios, mandó cerrar al caer la tarde las puertas de su residencia. Ante el ruido y la luz de las llamas encendidas, Luis de Acuña, tío carnal del señor de Dueñas, trató de entablar diálogo con los sublevados, sin conseguir que estos depusieran su empeño y actitud. Los ánimos estaban muy exaltados y de nada sirvió el intento de mediación. Las quejas de los hombres congregados ya se venían produciendo desde hacía tiempo.

Tras un breve combate, Rodrigo Niño, que se encontraba en el interior del palacio, procedió a abrir el postigo de la puerta. Hijo de Pedro, había convencido a su señor de su lealtad y alejamiento de su rebelde padre. Durante la refriega fue herido en una pierna con una pica, herida que le tendría convaleciente durante largo tiempo. Los rebeldes  condujeron a los condes a la casa del capitán Alonso de Dueñas, en donde mediante insultos y no poca violencia, fueron obligados a redactar una carta en la que se instaba al alcaide de la fortaleza a rendirla. Posteriormente, días después, los condes de Buendía fueron expulsados de la villa. De allí irían primero a Cubillas, para luego trasladarse, dada la rebeldía de sus vasallos, a Cigales –lugar de señorío del conde de Benavente, Alonso Pimentel, cuya esposa, Juana de Velasco, era prima de la mujer de Juan de Acuña, María López de Padilla-, para aposentarse, finalmente, en Palenzuela, al abrigo de la ciudad de Burgos, todavía leal al rey.

El castillo de Dueñas, cuya construcción databa, probablemente, del s. IX (reinado de Alfonso VIII), construido o restaurado en el 875, se encontraba levantado sobre el cerro que se aprecia junto a la localidad, en una posición verdaderamente estratégica, muy próximo a la confluencia y encuentro del río Carrión con el Pisuerga, al que tributa sus aguas. Situado a 852 metros de altura, contaba con un foso emplazado a los pies de la elevación, profundo, del que quedan algunos restos materiales en su frente norte y sur. Por encima de esta primera línea defensiva, había una terraza trabajada, que tenía un ancho de doce metros, en la que se situaba un muro, del que quedan vestigios en su lado norte. En el  sureste se aprecian restos de la posible puerta de acceso. Un tramo de lienzo de muralla -mal conservado- se encuentra al oeste, mide seis metros de largo por algo más de un metro y medio de alto. En la cima, coronaba la fortaleza una torre, asentada sobre una meseta de siete metros de ancho por dieciocho de largo. Sin duda, un lugar, si no inexpugnable, sí muy bien protegido y fácil de defender. Lamentablemente, como en tantísimos otros casos, su situación era de ruina absoluta a comienzos del s. XIX.

También en la localidad había una muralla exterior, en la que se abrían cuatro puertas: la del Ojo de la Virgen o Puerta de Los Remedios, en las proximidades del arroyo de Valdesanjuan; la de San Martín y las dos de San Juan. 

Al derrocamiento, tanto del castillo como de la muralla exterior, contribuyó de manera decisiva la construcción del Canal de Castilla (1829), ya que sus piedras sirvieron de material para la fábrica de éste. Las autoridades locales, en 1832, consintieron en que los vecinos también emplearan las piedras de los elementos defensivos para la edificación de sus viviendas. El paso del tiempo, el abandono y aprovechamiento de sus materiales  eliminaron no pocos castillos y fortalezas en toda España. Las defensas de Dueñas corrieron la misma suerte.

De lo ocurrido en aquellos días del recién iniciado mes de septiembre, se tiene abundante información del proceso seguido contra los rebeldes en Palencia (abril de 1524), una vez concluida la contienda.

Pedro Niño recibió de sus vecinos la vara de alcalde e inició, con prontitud, la elección de regidores, diputados, escribanos, alguaciles y cuadrilleros, también prohibió el pago de las alcabalas al conde y publicó ordenanzas con variadas disposiciones. Por orden suya, Pedro de Palencia -en calidad de escribano- envió diversas misivas a Valladolid, en las que manifestaba los agravios del conde con sus vecinos y solicitaba que se encargaran de la  guardia y custodia del conde. Como vemos una autoridad local que, más pronto que tarde, se inclinaría a favor de la Comunidad. También dirige otro comunicado al regimiento de Palencia, donde da cumplida cuenta de sus deseos de que Dueñas retornase a ser lugar de realengo.

El conde de Benavente, profundamente enojado por lo ocurrido, quiso, en primera instancia, enviar tropas para recuperar el lugar, y también intentó, sin resultado positivo, entablar negociaciones con los súbditos rebelados. Su interlocutor ante los rebeldes fue Velasco de Cueto. Por todo el reino se sucedieron quejas de la nobleza, como es el caso de Diego de Rojas (VII señor de Monzón), que intentó que Palencia enviara tropas para aplastar la rebelión, o como el adelantado de Galicia –residente en Villabrágima-  que condenó sin miramientos los hechos. El propio III duque de Alburquerque, Francisco I Fernández de la Cueva y Mendoza, desde Cuéllar, denuncia a la Junta de Valladolid que la complicidad de Segovia con los sublevados había sido notable, puesto que habían enviado hombres de armas para proteger a los sediciosos. De tal acusación no hay evidencias, por el momento.

 La Junta, en su contestación a la misiva de Dueñas, efectúa un  serio reproche y reprobación de la conducta protagonizada por los sublevados, postura que agradeció el conde de Buendía, ya aposentado en Cigales. La situación comprometió la inicial neutralidad de la nobleza que, al menos inicialmente, se mantuvo al margen de la causa comunera, pues sus protestas no se dirigían contra ellos, sino contra el rey, extremo que les complacía enormemente. 

El levantamiento de la localidad de Dueñas contra su señor, sería un  ejemplo de lo que ocurriría en otras partes y obligó, con contrariedad, a la Comunidad a asumir el apoyo  de estas revueltas antiseñoriales reconvertidas en comuneras posteriormente.  

Joseph Pérez -eminente hispanista experto en la Guerra de las Comunidades- no encuentra relación directa con la insurrección comunera, aunque después derivase hacia ella. De hecho, como ya he señalado anteriormente, los principales cabecillas locales fueron procesados por delito de traición al conde, no por ser contrarios al rey.  Sin embargo, Severino Rodríguez Salcedo, en su obra Historia de las Comunidades palentinas, defiende su esencia comunera. Fuese como fuese, el levantamiento de Dueñas causó enormes repercusiones político-sociales en Castilla, para uno y otro bando enfrentados.