El ataque a la fortaleza de Magaz

José María Nieto Vigil
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/ Palencia durante la Guerra de las Comunidades

El ataque a la fortaleza de Magaz

Levantado sobre un cerro testigo (cotarro), a 872 metros de altitud, en la margen derecha del río Pisuerga, se encontraba -hoy solo quedan resto- el castillo que, el 23 de enero de 1521, resistiría la acometida de las tropas de Antonio Osorio de Acuña (1453-1526), conocido con el sobrenombre de El obispo comunero, de la Orden de Calatrava, prelado de Zamora desde 1507. Esto suponía que se convertiría en la única fortaleza de Tierra de Campos que se mantendría leal al rey durante la Guerra de las Comunidades. (1520-1522).

La fortaleza inició su construcción en el s. X. Durante el s. XI se levantaría una atalaya, torre fuerte o torre vigía que, a finales de la centuria, se completaría con un recinto amurallado. En 1122, la reina Urraca I de León (1081-1126) -la Brava-, hija y sucesora de Alfonso VI -el Bravo- y Constanza de Borgoña, casada con Raimundo de Borgoña, madre del Alfonso VII -el Emperador- entrega el castillo y la villa de Magaz al obispo de Palencia (1109-1139), Pedro de Agén, sobrino de Pedro, obispo de Segovia, hermano del obispo de Sigüenza, Bernardo.

Así pues, desde 1122 y hasta 1581, sería de jurisdicción eclesiástica. Es Felipe II (1527-1598) quien consigue la aprobación del papa,  Gregorio XIII (1572-1585), en 1574, de la cesión eclesiástica a cambio de un juro (derecho perpetuo de propiedad), nada despreciable, de nueve mil doscientos quince maravedís. Se haría efectivo en 1581.

El ataque a la fortaleza de MagazEl ataque a la fortaleza de MagazDe la tipología de castillo medieval militar, magníficamente emplazado sobre un lugar estratégico, su existencia era prácticamente una ruina en el s. XIX, a consecuencia de su paulatino abandono y constante derrocamiento. Hoy apenas se conservan algunos vestigios en el lado norte (lienzo de mampostería, de piedra) y, en su lado sur, restos de menor importancia de lo que fue un foso, por ser esta la parte más débil de la defensa. Lamentablemente, como en otras ocasiones, solamente queda el recuerdo de su protagonismo a través del devenir de los hechos históricos allí acaecidos. El cerro testigo da fe de ser lugar de ubicación de una antigua y maltratada fortaleza, de imposible reconstrucción. Sin embargo, los magaceños se muestran orgullosos de su existencia, motivo por el cual aparece en el escudo del municipio, también en su bandera. 

GARCÍ RUIZ DE LA MOTA. Alcalde mayor de  Burgos (1511-1545), comendador de Montijo de la Orden de Santiago, procurador representando a Burgos en las Cortes de Santiago de Compostela y La Coruña -celebradas entre el 31 de marzo y el 25 de abril de 1521-, hermano de uno de los hombres de máxima confianza de Carlos I, Pedro Ruiz de la Mota,  nombrado obispo de Palencia  el 4 de julio de 1520,  cargo que ejerció hasta su muerte en 1522 (Herrera de Pisuerga).

La lealtad hacia su rey quedó manifestada a lo largo de sus respectivas vidas en innumerables ocasiones. En las Cortes de Santiago y La Coruña tuvieron un especial protagonismo. Las intervenciones de Garcí fueron duras y acaloradas, enfrentándose con el  segundo conde de Villalba, Fernando de Andrade de las Mariñas, que solicitaba que Galicia tuviese propios procuradores y que no fuese Zamora quien les representase. Votó a favor del servicio -impuesto circunscrito a la Corona de Castilla-  solicitado por el rey  para sufragar los gastos de sus viajes y, por supuesto, los gastos de su coronación imperial. Su apasionada lealtad tuvo  generosa compensación por parte del Consejo Real, puesto que le fueron concedidos seiscientos ducados de oro el 17 de mayo de 1520 y, por si esto fuera poco, el día 30 del mismo mes, la autorización para renunciar a su oficio de alcalde mayor en quien quisiese, algo que haría a su muerte a favor de su hijo, el 15 de noviembre de 1544.

El ataque a la fortaleza de MagazEl ataque a la fortaleza de MagazSer alcalde mayor no era detentar un cargo sin importancia alguna, al contrario, se encargaba de la hacienda, la justicia, la guerra y el gobierno de la ciudad de Burgos.  Por tal condición sería uno de los encargados de recibir a Carlos I en aquella ciudad  (19 de febrero de 1520).

Carlos I, antes de abandonar España, el 6 de mayo de 1521,  le nombró alcaide de la fortaleza de Magaz,  expidió provisión por la que también se le nombraba alcaide de la fortaleza de Villamuriel. La orden real  decía así: «A vos, Hernán Ponce, alcaide de la fortaleza de Magaz, de la obispalía de Palencia, por algunas cosas cumplideras a nuestro servicio, Nuestra Merced y voluntad es que Garcí Ruiz de la Mota, alcalde mayor de Burgos, tenga por Nos esa dicha fortaleza hasta tanto se provea de prelado del dicho obispado e por quanto nos ha hecho pleito homenaje en manos de D. Fernando de Tovar que del la recibió  por ende yo vos mando que luego dedes entreguedes al dicho Garcí Ruiz de la Mota la dicha fortaleza con todos sus pertrechos, artillería y otras cosas (…)». La otra provisión decía: «A vos, Vitores de Alvarado, alcaide de la fortaleza de Villamuriel, Nuestra Merced es que Garcí Ruiz de la Mota, alcalde mayor de Burgos, tenga por Nos esa dicha fortaleza hasta que se provea de prelado dicho obispado (…)».

Estando en Burgos, en junio de 1520, un levantamiento popular, sofocado rápidamente, se ensañó con las casas y palacios de los hombres notables de la ciudad, entre ellos el de Garcí Ruiz de la Mota, que tuvo que huir de la villa. Su palacio fue arrasado, destruyéndose, con él, importantes bienes y documentos pertenecientes al monarca, a la Corona y al patrimonio real. El pueblo se manifestaba profundamente contrariado por el excesivo servilismo al rey de su alcalde mayor.

El ataque a la fortaleza de MagazEl ataque a la fortaleza de MagazEl 4 de julio de 1520 fue nombrado obispo de Palencia Pedro Ruiz de la Mota, obispo de Badajoz desde 1516, con objeto de controlar los exaltados ánimos de los palentinos, que pretendían nombrar al obispo de Zamora, Antonio Osorio de Acuña, obispo de nuestra ciudad. 

Como alcaide, su cometido era muy concreto: impedir el aprovisionamiento de Palencia -manifiestamente comunera desde comienzos de septiembre-; apropiarse de sus bastimentos (todo tipo de provisiones); efectuar incursiones armadas y garantizar la lealtad de una fortaleza de capital importancia para poner freno a las apetencias comuneras.  En este sentido, fue de enorme transcendencia la quema  del palacio episcopal del obispo de Palencia, en Villamuriel,  el 14 de septiembre de 1520, amén de la tala de árboles en el soto de Santillana y otros destrozos causados en la población. Era la respuesta comunera al nombramiento de Pedro Ruiz de la Mota como titular de la diócesis palentina, limosnero particular del rey (encargado de repartir las limosnas del monarca entre los pobres, es decir, de las obras de caridad), junto a los innumerables méritos y cargos acumulados, siempre al servicio de su Sacra Caesárea Real Majestad, a lo largo de su vida. 

La misión encomendada a Garcí fue cumplida satisfactoriamente para la defensa de los intereses realistas, entorpeciendo y dificultando los movimientos de las huestes sublevadas. Lo hizo durante la estancia del obispo Acuña en Tierra de Campos y lo haría después de su marcha.  Así, de forma reiterada,  Palencia exigió a la Junta -establecida en Valladolid- que pusiese remedio a esta manifiesta amenaza, dirigiéndole cartas y peticiones en este sentido. Por eso, el 17 de febrero de 1521 es nombrado capitán general y gobernador Juan de Mendoza, enviado de forma inmediata a Palencia.

Ser alcaide (encargado de proteger y guardar una fortaleza) del castillo de Magaz, le exigió el esfuerzo de defender, pero también el empeño de contraatacar con incursiones que resultaron ser incómodas, molestas e insoportables para el Concejo de Palencia, que se sentía amenazado, intimidado y expuesto a sus incursiones, operaciones de pillaje, golpes de mano y sabotajes. La situación era tan desesperada que incluso se apropió de cuanto estuviera a su alcance, aunque se tratase de seguidores del mismo bando. En enero de 1521 se apoderó de las armas que un fabricante de Durango llevaba a Burgos (180 pasadores para las ballestas, 280 hierros de lanzas, diez docenas de dardos gruesos y otras tantas armas). Un buen botín, desde luego.

ATAQUE AL CASTILLO Y SAQUEO DE MAGAZ. Desde que llegó a tierras palentinas el obispo Acuña, el 23 de diciembre de 1520, se inauguraría un periodo de efervescencia comunera como nunca se había conocido en Tierra de Campos, que finalizaría con su marcha de Palencia, a instancias de la Junta,  iniciado el mes de febrero. A este periodo, el malogrado y eminente historiador Joseph Pérez (1931-2020), denominó La dictadura del obispo Acuña.

Durante la madrugada del 23 de enero de 1521, en medio de un intenso frío invernal, con el apoyo de gentes de Palencia, Dueñas y Torquemada, también vecinos de la propia villa, tendría lugar el intento de tomar la fortaleza de Magaz, bien protegida por foso y muralla en su lado sur, el más vulnerable,  y  bien defendida por la guardia de Garcí Ruiz de la Mota. La acometida de Acuña fue rechazada sin grandes complicaciones, dada la dificultad por el emplazamiento en el que se hallaba. Según las propias palabras de Garcí, la fortaleza  tenía: «(…) Además de la guarnición ordinaria, durante ocho meses sostuvo a 6 hombres de a caballo y 47 peones».  Y parece que fue así, pues con motivo de las reclamaciones por los daños causados en la fortaleza, en pago al apoyo militar prestado y  los gastos en el sostenimiento de las gentes del castillo, por restitución (Gracia del poder real) se le abonan (21 de octubre de 1521) cuatrocientos diez mil maravedís, a razón de cincuenta al día, por los hombres de a caballo, y otros treinta al día, por los de a pie.

Sea como fuere, al día siguiente, el alcaide de Magaz dirige una carta al condestable narrando los hechos acontecidos. De ella queda constancia en el Archivo General de Simancas (Comunidades. Legajo 8, folio 48). En ella escribe: «Anoche vino el obispo de Zamora con gentes de Dueñas y de otras partes a poner esta casa cerco y tomarla si pudiera (…) Dos horas antes de que amaneciese puso saco al lugar de Magaz, que no dejó en él un asador, y que se fue con su gente a Dueñas y dejó destruido este lugar para siempre lo cual hizo a pedimiento e importunación de los de Palencia (…)».

Lo cierto es que fue tal el enojo por el fracaso de su tentativa que, sin ningún miramiento ni escrúpulo, el obispo Acuña procedió al saqueo de la villa que se encontraba a los pies del cerro fortificado. El botín fue cuantioso, los daños causados también. Ganado, especialmente ovino, también mulas y aves, todo tipo de víveres (harina, trigo,…), cuanta riqueza (oro y plata), muebles y moneda pudo robar fueron sus beneficios corsarios. El deseo de venganza era tan fuerte, que no reparó en llevarse  de su iglesia los ornamentos litúrgicos (aguamanil, bandeja de la comunión, cálices, copones…), las cruces y hasta el manto de la Virgen.  Se trataba de un templo medieval localizado en el lugar que ocupa la actual iglesia parroquial de San Mamés de Capadocia, que conserva el ábside románico del s. XII,  y que fue reconstruida a finales del s. XVI. Tan duro fue el destrozo ocasionado que ha permanecido para siempre en la memoria de los magaceños. .

La base de partida de las milicias comuneras fue Torquemada, pero el lugar hacia el que se dirigían con tan cuantioso saco era Dueñas, que desde el principio se había convertido en su particular cuartel general, por triple razón: por las comodidades que ofrecía el aposentamiento en el palacio de los condes de Buendía, por la lealtad de las gentes de la villa, demostrada en sus operaciones militares y, por su emplazamiento, situada en un camino limpio y despejado hacia Valladolid, o en dirección a los lugares sobre los que proyectaba sus feroces galopadas. Además huía de la labor administrativa del Concejo de Palencia. Decididamente era un hombre de acción, que batallaba con armadura completa y espada de grandes dimensiones. Nunca le tembló el pulso a la hora de desenvainar y hacer buen uso de ella.

El ataque formó parte de su campaña militar por Tierra de Campos, una vez que organizó la administración local de Palencia a favor de la Comunidad (23 de diciembre de 1520 al 4 de enero de 1521), cuando retornó de Valladolid, tras breve estancia. Su actividad militar se vio interrumpida por el fallido intento de marchar sobre Burgos,  mediado el mes de enero, en conjunción con las tropas de Juan de Padilla, llegadas de Valladolid,  y las del conde de Salvatierra, Pedro López de Ayala, que bloquearía cualquier aprovisionamiento o envío de auxilio a los realistas  desde las merindades, por el norte burgalés.

Enterado el regimiento de Palencia del éxito del saqueo y, lo que es más importante, de la cuantía de las riquezas apropiadas, mandaría en su busca a un grupo de hombres armados para que se efectuara conveniente reparto. Palencia necesitaba provisiones. Según las fuentes documentales, llegaron veintisiete milicianos, escopeteros en su mayor parte, al frente de los cuales se encontraba el capitán Antonio de San Román, acompañado por los miembros de la Diputación de Guerra, Bernardino de San Román y Pedro de Haro, miembro del Regimiento palentino. Así se hizo, con el ganado -exageradamente se habla de mil quinientas ovejas- y otros bastimentos, el grupo procedió a retornar, con tranquilidad, a la ciudad. Sin embargo, una sorpresa les estaba esperando, preparada por el indomable alcaide Garcí Ruiz de la Mota. Con habilidad y precisión, dispuso un golpe de mano que les permitiera recuperar parte del botín objeto de saqueo y, si ello fuese posible, apresar a los saqueadores. Para tal cometido encargó a Juan de Almontar, contino del emperador (hombre allegado al rey y su Casa Real, que estaba junto a él. No era un oficial al uso, pero cumplía funciones de guardia personal y otras atribuciones) indicándole que tomara posiciones de asalto en el camino de Dueñas. El grupo estaba formado por siete escopeteros, cinco jinetes y tres peones armados. Cuando caía la noche, les interceptaron y les arrebataron lo que llevaban. Mataron a tres comuneros, prendieron a otros dos, hirieron a otros tantos, y se hicieron con los caballos. La actuación, rápida y eficicaz, cogió por sorpresa a los confiados milicianos que no esperaban ser asaltados, máxime teniendo en cuenta la supuesta intimidación que habrían infringido a los realistas.  La maniobra fue un completo y rotundo éxito para los realistas.

Fue apresado Pedro de Haro, a quien pretendió el alcaide ahorcar, pero sabedor de su dignidad de regidor, prefirió mantenerle preso, a la espera de la confirmación del IV condestable de Castilla, Fadrique Enríquez de Velasco, que se hallaba en Burgos. Allí permaneció recluido hasta ser puesto en libertad. El Regimiento de Palencia, el 4 de febrero de 1521, votó a favor de la concesión de tres mil maravedís  a favor de su esposa, como muestra de su reconocimiento. Lo cierto es que, en mayo, ya se encontraba libre por la capital palentina.

Después del intento de asalto de Acuña, la fortaleza no volvería a sentir el temor de un nuevo ataque de las tropas de la Comunidad, cada vez más desmoralizada, desamparada y desprotegida, conforme se iban sucediendo los acontecimientos finales de la contienda. El castillo de Magaz fue leal a Carlos I desde el inicio de las hostilidades hasta el final del conflicto. El gran artífice de que ello fuese posible era su alcaide, Garcí Ruiz de la Mota, hombre tan intrépido, aguerrido y valeroso, como ambicioso y leal servidor a su rey y señor el emperador, y a su ilustrísima, el obispo de Palencia, su hermano y benefactor.

Finalizada la guerra llegaría el momento de las reclamaciones. Garcí también asumió un protagonismo notable al exigir compensaciones económicas para los vecinos de la localidad. Para ello fue comisionado el licenciado Montiel.