De Pozuelo a Puentetoma

A. Benito
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Tenía claro que quería vivir en un pueblo y el destino le llevó a la Montaña Palentina. Lo que más valora José Luis Ruiz de su nueva vida es el entorno que le rodea y poder ver las estrellas por la noche

De Pozuelo a Puentetoma

Ni la familia, ni el trabajo, fue la casualidad la que llevó a José Luis Ruiz a cambiar Pozuelo de Alarcón, en Madrid, por Puentetoma. Tenía claro, eso sí, que quería irse a vivir a un pueblo. Su padre es de Santander y, por eso, empezó a buscar por el norte de Burgos, una zona que conocía de los viajes hasta la capital cántabra. Lo que no se imaginaba es que su nuevo hogar le esperaba en una localidad que, aunque por muy poco, no es burgalesa, sino palentina.

«Conocía Aguilar de Campoo de algún curso de la Fundación Santa María la Real. Me encantaron la casa y el entorno, así que en 2017 compré la vivienda y empecé a vivir en ella el 11 de marzo de 2018», explica este carnicero de profesión que no se arrepiente «en absoluto» de la decisión que tomó hace ya algunos años. «Estoy encantadísimo. No sé el tiempo que estaré aquí, pero lo que tengo claro es que si cambio mi lugar de residencia será para irme a otro pueblo, no a Madrid», asegura.

Abierto e inquieto, Ruiz ha aprovechado este tiempo para meterse «en todos los berenjenales». Hasta es el presidente de la Junta Vecinal de Puentetoma. «No voy a negar que me gusta esa parte de protagonismo, pero la verdad es que nadie quería serlo», bromea.  De hecho, afirma que la «frialdad castellana» no le ha importado, ha podido con ella y ya tiene amigos por toda la comarca, pero sí que percibe cierta «apatía» entre los vecinos de la zona. «No hay mucha participación», lamenta.

Él, por el contrario, se ha incorporado a numerosos coletivos. «Me apunté a ARCO, estoy en Pueblos Vivos y en Ronda Aguilar, también participo en un grupo de senderismo, voy a la Escuela de Adultos y ahora voy a empezar con un Club Ciclista Senior», enumera este hombre que además estudia Geografía e Historia en la UNED, ha publicado cuatro poemarios y aprovechó sus dos primeros inviernos en la Montaña Palentina para escribir una novela que está en proceso de corrección y verá la luz próximamente.

Dice que lo que más valora de su nueva vida es poder ver las estrellas por la noche en ese cielo limpio que no se encuentra en las grandes ciudades. Además,  le gusta contemplar las casas de piedra de Puentetoma, disfrutar de la independencia que le da la semisoledad y cruzarse de vez en cuando con un corzo o con un zorro en lugar de ver coches y humo todo el rato. También caminar por el puente de piedra, posiblemente de época moderna, que da nombre al pueblo. «El camino de lajas y piedras que hay a continuación hay quien se atreve a decir que es una calzada celta. Yo no opino», comenta.

Este año la pandemia se lo ha impedido, pero quiere que la chocolatada del 3 de enero sea una cita ineludible y otro de sus deseos es «hacer unas fiestas en condiciones». Algunos le llamaron loco y otros vaticinaron que no aguantaría más de tres meses en el pueblo. Se confundieron y ahora, además de vecino y alcalde, Ruiz es el mejor embajador de la Montaña Palentina.