Juan de Tassis, II conde de Villamediana

Fernando Pastor
-

Nacido en 1582 en Lisboa (donde su padre estaba al servicio del duque de Alba), fue fabulista y poeta culteranista, de los más destacados poetas del Siglo de Oro. Heredó de su padre el Condado de Villamediana y el cargo de correo mayor del Reino

Juan de Tassis, II conde de Villamediana

«No busquéis quien mató al conde 

Pues su muerte se esconde». 

Son dos de los versos que Góngora escribió para el epitafio de Juan de Tassis y Peralta, que falleció en Madrid el 21 de agosto de de 1622, víctima de asesinato se dice que instigado por Felipe IV. Hace ahora justo 400 años.

Juan de Tassis y Peralta fue el segundo conde de Villamediana. El primero fue su padre, Juan de Tassis y Acuña, quien recibió el título por ser correo mayor del Reino, fue caballero de la Orden de Santiago y presidió la comisión encargada de las negociaciones de paz con Inglaterra firmada el 27 de agosto de 1604.

Juan de Tassis, II conde de VillamedianaJuan de Tassis, II conde de VillamedianaNacido en 1582 en Lisboa (donde su padre estaba al servicio del duque de Alba en la toma de esta ciudad), fue fabulista y poeta culteranista, de los más destacados poetas del Siglo de Oro. 

Heredó de su padre el Condado de Villamediana y el cargo de correo mayor del Reino. Su vida transcurrió en palacio; incluso Felipe III le nombró su gentilhombre.

Era generoso, bondadoso y amable. Pero su carácter irascible, provocador, orgulloso, su conducta libertina y mujeriega (era apuesto y seductor), su ambición, su afición por el lujo, por el juego, por la esgrima, por los caballos (destacó en los torneos de justas y en el rejoneo, despertando la admiración de las damas de la corte)… le provocaron dos destierros, uno a Italia y otro a Andalucía. En realidad no le perdonaron ganar en el juego importantes sumas de dinero a gente bien, ni las sátiras con las que exponía los defectos, lacras y corruptelas de los Grandes de España.

La baronesa d'Aulnoy en su libro Viaje por España relata alguna anécdota de la irreverencia del conde. Un fraile le solicitó limosna para las ánimas del purgatorio; tras dársela, el fraile indicó que gracias a él varias almas habían salido del purgatorio y ya estaban en el cielo, a lo que él respondió «pues si ya están en el cielo devuélvame el dinero, que esas almas ya no tiene peligro de volver al purgatorio y mis ducados sí tiene el grave peligro de no volver a mi bolsillo». Sin embargo, no lo cogió.

Tuvo numerosas amantes, a las que no trataba demasiado bien. Algunas de sus relaciones fueron peligrosas, como la que mantuvo con una cortesana dama de la reina y amante del rey. El propio Juan de Tassis escribía las cartas del rey a sus amantes. Se llegó a insinuar que incendió premeditadamente el Teatro de Aranjuez con una de las antorchas de la iluminación durante el estreno de La gloria de Niquea, una obra teatral suya, en la celebración del cumpleaños de Felipe IV, el 8 de abril de 1622, con el propósito de poder salvar a la reina, Isabel de Borbón (de la que era gentilhombre y de quien estaba enamorado), cogiéndola en brazos. En circunstancias normales solo tocarla tenía pena de muerte.

En este sentido, en otra ocasión se presentó a un baile con una capa cubierta de reales de oro, pretendidamente alardeando de sus ganancias en el juego, pero añadió a modo de eslogan la frase «Son mis amores reales», con doble sentido. Joaquín Dicenta escribió una obra basada en este episodio. 

Relacionado con su pretensión hacia la reina, en un espectáculo taurino en el que participaba, con presencia de los reyes, rejoneó tan bien al morlaco que la reina exclamó: «¡Qué bien pica el conde!», a lo que el rey respondió: «Pica bien, pero pica muy alto». 

Se cuenta que estando la reina asomada al balcón el rey la abordó sigiloso desde atrás tapándole los ojos con las manos, y ella respondió «¡estáos quieto, conde!», pensando que era Juan. El rey respondió, «¿conde?». Pese a que la reina reaccionó con rapidez a su error con «¿no sois vos conde de Barcelona?», el rey sintió que los flirteos de su esposa con el conde eran más serios de lo que pensaba.

Para completar el cuadro, la Inquisición, a la que había criticado abiertamente por su fanatismo religioso, le abrió un proceso por sodomía con esclavos. Él se salvó, pero no algunos de sus sirvientes.

Todo ello hace que Luis Rosales avanzara la conjetura de que Felipe IV ordenó su asesinato, para evitar los escándalos, sus sátiras hacia la nobleza y sobre todo sus flirteos con la reina. Fuese el rey o en su defecto el conde-duque de Olivares quien instigara el asesinato, el caso es que unos ballesteros reales le mataron cuando iba en una carroza con otro noble por la calle Mayor de Madrid. Eran las 21,30 del 21 de agosto de 1622. Contaba 40 años de edad. 

Lo hicieron a cara descubierta, lo que junto con las advertencias de cuidado que había recibido antes el conde, hace presumir que las órdenes venían de arriba.

Los autores quedaron impunes debido a la protección de que gozaban. Para apuntalar la impunidad fue procesado después de muerto y declarado culpable de sodomía.

Fue enterrado en el convento de San Agustín, en Valladolid. Se dice que muchos años después su cadáver permanecía incorrupto, debido al desangrado total que las heridas le produjeron: la cuchilla le abrió todo el costado izquierdo y le llegó hasta el brazo derecho.

Todos los poetas famosos le escribieron epitafios: Góngora, Ruiz de Alarcón, Quevedo…y proliferaron obras literarias versando sobre su asesinato. 

Su figura concitó gran interés en los historiadores y literatos. Miguel de Cervantes alude a él en El Quijote con el nombre de Pierres Papin, y es protagonista del libro de Néstor Luján Las siete muertes del conde de Villamediana.