Ilia Galán

Ilia Galán


Muerta reyerta

21/02/2022

Un pueblo en guerra civil es una pena. Dos familias, como en los viejos tiempos, armadas con horcas y hachas, con navajas y cuchillos, amenazándose entre palabras y gritos de afrenta. Sesenta personas ofuscadas, devoradas por las furias, enfrentándose. Una botella que vuela, un cráneo que sangra y resuena... La guardia civil llegó a tiempo para poner paz entre las iras... Pocas cosas más tristes hay que habitar a pocos metros y caminar a diario las calles que pisan también los enemigos deseándole todos los males, los saludos esquivos, gestos despectivos... Cuando una situación llega a tales niveles de exasperación es que la herida es muy grande. De ahí la importancia de que en Herrera del Pisuerga la paz vuelva, no solo sin espadas o violencias, sino sin odios concentrados que envenenan almas y existencias. Por eso experimentamos que una de las mayores aportaciones del cristianismo es la del perdón, ¿hasta cuándo? «Hasta setenta veces siete», es decir: siempre. Quien no perdona a sí mismo se hiere y el mal en él se aposenta y se enardece, impregna las vísceras, envenenándole el futuro y el presente. No es fácil a veces, ciertamente, pero hay mentes más abiertas que intentan no mirar siempre a la afrenta. La opción contraria no tiene salida, pues es la confrontación. De ahí lo hermoso que es pedir perdón, tener la humildad grandiosa de acercarse a quien se dañó y reclamar su compasión por el exceso debido, aunque fuera mutuo el ofenderse. Quien pide perdón se engrandece. Los soberbios decrecen y como piedras se endurecen por dentro, dañándose. Mantener una guerra inútil a nada conduce, tampoco esperar que el otro se arrepienta, pues tal vez no suceda. En cambio, aunque ante el otro uno parezca que se humilla, incluso si no consigue el perdón, se engrandece a sí mismo por su bella acción. El rencor es un veneno que no tiene compasión, como un cáncer que pudre a quien lo lleva. Los amigos, los vecinos, tendrían que ayudar a que vuelvan las aguas a su cauce, el resto trae ahogamientos, destrucción, muerte y barro que ensucia el vivir cotidiano. No hay que matar al otro, sino a la reyerta.